COVID-19 pone a Yemen de nuevo al borde de la hambruna

Un padre con sus hijos afuera de su tienda en un campamento de desplazados en las afueras de la ciudad de Marib, en Yemen. OIM/Olivia Headon
Un padre con sus hijos afuera de su tienda en un campamento de desplazados en las afueras de la ciudad de Marib, en Yemen. OIM/Olivia Headon

Saná, 22 jul (elmundo.cr) – Las perturbaciones económicas, los conflictos, las inundaciones, las langostas del desierto y ahora la enfermedad por coronavirus (COVID-199 están creando la tormenta perfecta que podría hacer retroceder los avances logrados con gran esfuerzo en el Yemen, se advierte en el último análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) publicado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y otros asociados.

En el análisis realizado hasta el momento en 133 distritos del sur del Yemen[1] se prevé un incremento alarmante del número de personas que para finales de año afrontarán altos niveles de inseguridad alimentaria aguda, es decir, en niveles de crisis (Fase 3 de la CIF) y de emergencias (Fase 4 de la CIF).

La inseguridad alimentaria aguda en esas zonas disminuyó durante el último año gracias a un aumento masivo de la asistencia humanitaria, pero toda esa gran labor podría revertirse rápidamente dado que se prevé que el número de personas que enfrentarán altos niveles de inseguridad alimentaria aguda aumentará de 2 millones a 3,2 millones en los próximos seis meses.

Esto representaría un incremento de un 25 % (entre febrero y abril) a un 40 % (entre julio y diciembre) de la población que padece niveles altos de inseguridad alimentaria aguda, incluso si se mantuviera la asistencia alimentaria humanitaria y el acceso a las personas necesitadas.

Factores impulsores de la inseguridad alimentaria aguda:

  • El deterioro de la economía es la principal causa. La crisis económica y la inflación persisten con la moneda local en caída libre, lo que provoca un aumento de los precios de los alimentos y el agotamiento casi completo de las reservas de divisas. Por ejemplo, entre mediados de diciembre de 2019 y mediados de junio de 2020 la moneda local (el rial yemení) perdió en promedio un 19 % de su valor en comparación con el dólar estadounidense, superando así los niveles de la crisis de 2018.
  • Los conflictos siguen siendo factores impulsores clave de la inseguridad alimentaria aguda.
  • La COVID-19 está afectando a la disponibilidad de alimentos, el acceso al mercado y su oferta, así como a las oportunidades de generación de ingresos y los salarios. Las importantes medidas adoptadas para contener la propagación de la COVID-19 dieron lugar a retrasos en las importaciones, obstáculos a la logística y la alteración de los mercados. Las remesas enviadas por yemeníes en el extranjero también han disminuido en casi un 20% y se prevé que continuarán descendiendo.
  • Como consecuencia de condiciones ecológicas favorables, como las lluvias, están surgiendo nuevas zonas de cría de langostas del desierto y gusanos cogolleros que amenazan a la producción de alimentos en el Yemen, la región y otros lugares.
  • Por ejemplo, se prevé que la producción de cereales de este año alcanzará las 365.000 toneladas métricas, lo que representa menos de la mitad de los niveles de producción anteriores a la guerra.
  • Las crecidas repentinas ya habían tenido efectos devastadores en algunas zonas y se prevé que en los próximos meses la mayoría de los distritos de la costa árabe serán afectados por ciclones.

“La CIF nos dice que el Yemen está nuevamente al borde de una gran crisis de seguridad alimentaria. Hace 18 meses, cuando nos enfrentamos a una situación similar, recibimos generosas financiaciones. Utilizamos con prudencia los recursos que nos fueron confiados y aumentamos considerablemente la asistencia a los distritos en donde las personas padecían más hambre y estaban en mayor riesgo. Los resultados fueron fantásticos. Logramos evitar el hambre. Si no recibimos los fondos que necesitamos ahora, no estaremos en condiciones de hacer lo mismo esta vez,” indicó Lise Grande, Coordinadora Humanitaria para el Yemen.

“El pueblo del Yemen ya ha vivido muchas cosas y es resiliente. Pero ahora se está enfrentado a demasiadas adversidades y amenazas al mismo tiempo (desde la COVID-19 hasta las invasiones de langostas del desierto). Los pequeños agricultores y las familias que dependen de la agricultura para su subsistencia necesitan nuestra ayuda ahora más que nunca”, dijo el Representante de la FAO en el Yemen, Sr. Hussein Gadain.

“El Yemen está enfrentando una crisis con múltiples frentes”, indicó el Director de país del PMA en el Yemen, Sr. Laurent Bukera. “Debemos actuar ya. En 2019, gracias a un aumento masivo de la asistencia, el PMA y sus asociados lograron revertir el deterioro en las zonas más afectadas del Yemen. Las señales de advertencia han regresado y con el agregado de la pandemia de la enfermedad por Coronavirus la situación podría empeorar mucho más si la ayuda humanitaria se retrasa”.

“Una combinación peligrosa de conflictos, dificultades económicas, escasez de alimentos y un sistema de salud en ruinas ha empujado a millones de niños del Yemen al borde del abismo y la crisis de la COVID-19 podría empeorar aún más las cosas”, indicó el Representante interino de UNICEF en el Yemen, Sr. Sherin Varkey. “Cada vez más niños están en riesgo de padecer malnutrición grave y de necesitar tratamiento urgente. Si queremos salvar sus vidas es fundamental que contemos con un apoyo mayor y continuo”.

¿Qué tenemos que hacer ahora?

Entre las recomendaciones formuladas en el análisis de la CIF para la adopción de medidas urgentes figuran las siguientes:

  • Garantizar una asistencia alimentaria continua e ilimitada para salvar vidas y proteger los medios de vida de las poblaciones que enfrentan altos niveles de inseguridad alimentaria aguda, entre ellas las personas desplazadas;
  • Rehabilitar las infraestructuras de agua dañadas por inundaciones y reducir los efectos de futuras inundaciones sobre los sistemas de agua e irrigación;
  • Ayudar a los agricultores que perdieron sus cultivos y pastos debido a plagas y perturbaciones climáticas (infestación por langostas, gusano cogollero, inundaciones);
  • Promover las buenas prácticas nutricionales a nivel de los hogares por medio de actividades como la horticultura doméstica y la sensibilización educativa sobre la inocuidad de los alimentos y el agua;
  • Fortalecer los sistemas de alerta temprana y de seguimiento general de la seguridad alimentaria para atenuar los efectos negativos de las perturbaciones y posibilitar una respuesta rápida y coordinada.

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