Toronto, 10 jul (dpa) – Toronto hizo honor hoy a su multiculturalidad con una fiesta de inauguración de los Juegos Panamericanos en la que mostró toda su diversidad y pasión por el deporte bajo la batuta del Cirque du Soleil.
Casi la mitad de la población de Toronto nació fuera de Canadá y eso se reflejó esta noche en la ceremonia de apertura organizada por la tradicional compañía circense en el estadio Rogers Centre, sede entre otros del equipo de béisbol de la ciudad.
Con sus danzas y acrobacias, el Cirque du Soleil hizo deleitar a los atletas de 41 países del continente que participarán hasta el 26 de julio en los Juegos Panamericanos, así como a las 45.000 personas que presenciaron en vivo el espectáculo y a las millones que lo siguieron por televisión.
Steve Nash, el mayor ídolo canadiense del baloncesto, fue el encargado de encender el fuego panamericano a las 22:50 local (03:50 GMT). Quince minutos antes, el gobernador general de Canadá, David Johnston, había declarado “solemnemente inaugurados los XVII Juegos Panamericanos”.
Desde los pueblos originarios de la región de Ontario hasta la modernidad de Toronto simbolizada por la enorme CN Tower, ubicada justo frente al estadio, la fiesta mostró a lo largo de dos horas y media exactas el desarrollo histórico y la diversidad étnica y lingüística de Canadá.
“Bienvenidos a un lugar que sentirán como su casa. La sociedad más inclusiva y acogedora que han visto jamás”, afirmó durante su discurso el director ejecutivo de Toronto 2015, Saad Rafi. “No hay mejor lugar para celebrar esta diversidad que éste”.
Con 625 artistas de 25 nacionalidades diferentes, el Cirque du Soleil cargó con la responsabilidad de producir una ceremonia que los deportistas, después de ingresar luego del desfile, presenciaron sentados cómodamente en unas butacas como si fuera una obra de teatro.
Unos minutos antes, la llama panamericana había entrado inusualmente temprano al estadio de la mano de los cuatro campeones de los relevos 4 x 100 metros de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996: Robert Esmie, Glenroy Gilbert, Bruny Surin y Donovan Bailey.
El arribo fue impactante. Tras recorrer las calles de Toronto, Esmie entregó la llama a Gilbert al pie de la CN Tower. La pantalla gigante del estadio mostró entonces a Surin subido en la parte superior de la torre de 553 metros, ya con el fuego en las manos. En las alturas, y después de rodear el anillo superior de la estructura más alta de América, Surin le entregó la antorcha a Bailey, quien se lanzó en paracaídas sobre el techo del estadio.
Los cuatro aparecieron entonces sobre el escenario y depositaron la antorcha en un pedestal, donde permaneció mientras la francófona Véronic DiCaire, oriunda de Ontario, y el angloparlante Chilly Gonzales, proveniente de Quebec, interpretaron el himno en los dos idiomas oficiales del país junto a la Orquesta Sinfónica de Toronto.
Llegó entonces el momento de los desfiles, con Argentina, como es habitual, saliendo en primer lugar. La colorida y festiva delegación brasileña entró poco después y luego siguió Cuba, sobriamente vestida con traje oscuro. Sobre el final entró Canadá, la delegación más numerosa de los Juegos, en medio de la lógica ovación del público.
Tras la llegada de los atletas al estadio, el Cirque du Soleil volvió a entrar en escena con una muestra que mezcló arte y deporte. Hubo figuras alegóricas como La Guardiana de la Jabalina, el Guardián de la Lucha, el Guardián del Disco y el Guardián de la Carrera, y 13 ciclistas de BMX que empezaron a saltar en todos los rincones del campo de juego.
El espectáculo dio paso luego al discurso de Rafi, y a un homenaje al mexicano Mario Vázquez Raña, presidente de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) desde 1975 hasta su muerte en febrero.
El uruguayo Julio Maglione, su sucesor, destacó a continuación la “unidad y fuerza de la Odepa” y agradeció la presencia del alemán Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI).
Tras los discursos, llegó un cierre que, como no podía ser de otra manera, volvió a reflejar la multiculturalidad de Canadá. Nash, ex astro canadiense de la NBA nacido en Sudáfrica, encendió el pebetero tras recibir la antorcha de manos de otro jugador de baloncesto, la joven promesa local Andrew Wiggins.
Recibida la llama, Nash salió corriendo fuera del estadio y se dirigió a la plaza de la CN Tower, donde finalmente fue encendido el pebetero en medio de los fuegos artificiales.
Toronto dio así la bienvenida a unos Juegos que reunirán a más de 6.000 atletas del continente, una cifra jamás vista en un evento polideportivo en Canadá e incluso superior a los Juegos Olímpicos realizados en el país. Terminado el show, ahora el deporte tomará el relevo.