La decisión de Saprissa de no reincorporar a Marvin Angulo, pese a los pedidos de un sector de la afición, marca un antes y un después. En el equipo más ganador del país ya no hay espacio para las despedidas sentimentales disfrazadas de fichajes. En Saprissa, se acabaron las “teletones”.
Y no, no se trata de falta de gratitud. Es, simplemente, la aplicación de un principio básico de gestión deportiva: ningún jugador debe volver al club solo por nostalgia. Mucho menos cuando su aporte potencial es mínimo y su salario —aunque por pocos meses— representa una contradicción con el rumbo que dice llevar la institución.
Erick Lonis, presidente de la Comisión Técnica, fue claro: “Contratarlo sería contradecir lo que hemos planteado”. Saprissa quiere rejuvenecer su planilla, competir con rivales de peso en Centroamérica y aspirar a un regreso al Mundial de Clubes. Y para lograrlo, necesita bajar su promedio de edad, no aumentarlo.
Angulo, al igual que Barrantes, Colindres o Bolaños, no jugó gratis. Lo que entregaron, lo dieron con esfuerzo, sí, pero también con contratos en mano y beneficios dignos del fútbol profesional. Ninguno de ellos —y esto hay que decirlo sin complejos— tiene derecho a exigir una despedida financiada por el club, ni mucho menos un nuevo contrato camuflado como “homenaje”. La historia no se borra, pero el presente no puede hipotecarse por afectos pasados.
Lonis incluso abrió la puerta a un gesto simbólico. Propuso una fiesta de agradecimiento. Un evento donde los aficionados puedan aplaudir y cerrar el ciclo como corresponde: con dignidad, sin chantajes emocionales y sin exigirle al club una carga económica y deportiva que no le corresponde.
Es hora de entender que los clubes profesionales no están obligados a organizar “teletones” futbolísticas. Las despedidas, si se dan, deben ser coherentes, sostenibles y justas para todos. Saprissa hace bien en marcar ese límite. Porque el respeto por los ídolos no se mide por contratos innecesarios, sino por decisiones institucionales que aseguren que el club crezca… no que se estanque en recuerdos.