El Barcelona ya está en semifinales de la UEFA Champions League, pero su paso por Alemania fue cualquier cosa menos cómodo. El 3-1 ante el Borussia Dortmund no cambió el rumbo de la eliminatoria, gracias al 4-0 logrado en Montjuïc, pero sí dejó una advertencia clara: si los azulgranas quieren levantar la Champions, deben reencontrarse con su mejor versión.
En una noche gélida y desconcertante, el equipo de Hansi Flick vio cómo su racha de 24 partidos sin perder se desmoronaba, y con ella también cayó el invicto de su nuevo arquero, Wojciech Szczesny, que cometió un penal al minuto 11 y terminó recibiendo tres goles.
El Borussia Dortmund, a sabiendas de que debía hacer algo épico, salió con todo y antes del primer gol ya había llegado seis veces al área catalana. La ilusión creció con cada avance, mientras que el Barça lucía desordenado, lento y frágil, especialmente en defensa, donde Ronald Araújo vivió una noche para el olvido, superado una y otra vez por el delantero Serhou Guirassy, autor de un triplete.
El autogol de Bensebaini al minuto 34 bajó un poco la tensión del partido, pero no cambió el guion: el Barça resistía, pero no respondía. Ni siquiera con Pedri en el campo logró recuperar el control total del juego, aunque su ingreso ayudó a contener el vendaval alemán en la segunda parte.
Pese a la derrota, la clasificación nunca peligró de forma real. Pero el susto existió, y el sabor que deja el resultado es amargo. Hansi Flick, que ha transformado a este equipo en una máquina, tendrá ahora que recuperar esa intensidad e inspiración que parecen haber faltado en el Signal Iduna Park.
Este resultado no arruina la temporada del Barcelona, pero sí enciende una alarma necesaria, justo a las puertas de los duelos cruciales en la Champions y antes de disputar la Copa del Rey. Como pidió Laporta antes del partido, se necesitaba un “golpe de efecto”. Lo fue, aunque no como él lo imaginaba.