
Por Philipp Laage (dpa)
Tampoco los grandes touroperadores están inquietos. “No habrá consecuencias para los contratos de viaje y las vacaciones en este año”, sostiene Chistian Schmicke, portavoz del touroperador alemán Thomas Cook. “Los servicios contratados con los hoteleros griegos ya se cerraron hace algún tiempo. Los precios no pueden cambiar”. Lo mismo vale para los vuelos o los traslados en autobuses.
De hecho, a los turistas extranjeros les beneficiaría un cambio de moneda, porque el nuevo dracma griego probablemente se devaluaría en relación con el euro, es decir que aumentaría el poder adquisitivo del euro. “Si los turistas en Grecia cambian sus euros por dracmas para pagar con esta moneda, propablemente tendrían que gastar menos dinero”, explica el portavoz de Thomas Cook.
Sin embargo, es dudoso que un dracma más barato impulse el turismo en Grecia. Böttcher vaticina más bien lo contrario, ya que en estos momentos existe una situación de gran incertidumbre en Grecia, lo que está reñido con el deseo de pasar unas vacaciones libres de estrés en ese país. “Probablemente, muchos turistas elegirán otros destinos para las vacaciones de verano, por ejemplo Turquía”. Sin embargo, mucha gente ya ha reservado sus vacaciones en Grecia, país que a principios de año todavía era uno de los grandes favoritos entre los destinos del turismo europeo para este verano.
El hecho de que la disputa política sobre una eventual bancarrota del Estado no sea precisamente una buena propaganda para Grecia lo sabe muy bien Andreas Andreadis, presidente de la Asociación de Empresas Turísticas de Grecia (Sete). En un tuit escribió esta semana que una salida de su país del euro sería “una locura total”.