San José, 30 ago (elmundo.cr) – “Limón era una provincia aislada del resto de Costa Rica. Limón vivía con su cara viendo al mar y el mar le resolvía todos sus problemas”, comentó la Dra. Marva Spence docente e investigadora de la Universidad de Costa Rica sobre la historia que retrata el caribe costarricense en los años 30.
“Limón realmente veía hacia el mar, no veía hacia la Meseta Central, porque había barreras lingüísticas (con el resto del país), barreras culturales, así como geográficas entre todas esas montañas que nos dividían”, recalcó Spence.
A pesar de la marginación que podía presentar la región de Limón en sus inicios; con el asentamiento de las primeras generaciones afrodescendientes que migraron de Jamaica, Trinidad, Barbados, entre otras islas francófonas, de una u otra forma, su modus vivendi favoreció en la conservación de la lengua criolla limonense, como un elemento distinto y propio de esta población, hasta cierto momento de la historia.
Esta lengua, popularmente conocida como “mekatelyu” o “criole” generó desde sus orígenes una especie de unión e identificación de los afrodescendientes, que se extendió por todo el continente americano.
Spence recalcó que todos los afrodescendientes tiene una historia en común; la de ser traídos desde África para ocupar tierras americanas, y en materia lingüística, esta población mantiene hasta en la actualidad sus variables tanto anglófonas, francófonas, como portuguesas y aquellas completamente hispánicas; sin embargo, lo que realmente les une es “una lengua criolla”.
“Debemos recalcar que cuando vinieron nuestros abuelos al caribe costarricenses, mis padres y toda la primera generación nacida en Costa Rica era bilingüe porque hablaban el inglés y una lengua criolla, mas no hablaban el español, porque sus padres no sabían ese idioma”, argumentó Spence.
Ante la falta de una presencia visible del gobierno de Costa Rica en Limón, el poder y las fuentes de generación de empleo se disputaban entre las principales compañías de la región como Northern Railways y la United Fruit, quienes se encargaban de fortalecer la lengua criolla y el inglés.
La mayoría de los migrantes afrocaribeños compartían el pensamiento de salir de sus tierras para trabajar duro, donde lograran ahorra buen capital que les permitiera volver a sus países de origen. Sin embargo, era más un sueño que una realidad, ya que nunca regresaban, pero tuvieron que adaptarse a los cambios que significan sobrevivir en un pueblo distinto al suyo, comenzado por introducir a sus hijos escuelas de español, lo que poco a poco y con el paso de los años redujo la práctica del habla criolla entre sus nuevas generaciones.
“Las escuelitas de inglés establecidas con la llegada de la United Fruit Company, fueron desapareciendo, las cuales eran un soporte muy importante para la comunidad no por “default” únicamente, también era por diseño, ante la existencia en una planificación lingüística no explícita”, agregó Spence.
Esto afectó en gran medida la práctica de la lengua sobre las nuevas generaciones.
Pero según Spence, con la globalización y la amenaza de absorción de las culturas minoritarias, actualmente se presentan procesos de lucha por la conservación de la cultura, las costumbres e incluso el idioma, observados en las expresiones no verbales de estas minorías étnicas “desde su vestimenta, reviviendo su cultura, su arte, muchas cosas que hasta hace poco estaban un poco más adormecidas”.