Atrapados en el Lumpenconsumismo señala la pensadora de culto chilena Lucy Oporto sobre su país y particularmente sobre su ciudad Valparaiso. El título del presente también es de la autora quien designa esa particularidad observable en su ciudad – puerto. Sueltan los perros y de repente son perros —callejeros o no— por todos lados. Ladre y ladre a cualquier hora. Y cuando digo cualquier hora es cualquier, madrugadas incluidas. ¿Campanas? Tal vez. Un código a todas luces.
Acá en nuestra ciudad San José cantón Central es diferente claro está. No obstante, desde la pandemia estando el ahora sin-visa —como les han dado en llamar a los políticos que les han denegado su ingreso a los Estados Unidos— Johnny Araya de alcalde nos cambiaron el sentido de la calle. Las vías. Dicen que para eso son las pandemias: para que no reclamemos cuando se nos violentan nuestros derechos. Un derecho consuetudinario como éste —ius naturale. Es por tanto inamovible. Inalienable. Menos sin consultar. Muchas veces, aunque no lo notemos: lo que parece lógico puede resultar inhumano, debido a las consecuencias. Que tal medida o decisión puedan conllevar.
El lumpenconsumismo es para Lucy Oporto un proceso generalizado de descomposición de orden moral, espiritual, social, cultural y que empezó hace mucho tiempo. Dice ella. Quizá acá no hace tanto.
El consumismo desesperado insaciable avaricioso nos obnubila nos genera adicción obviamente. García – Canclini hacía esa distinción entre consumidores y ciudadanos. Dos categorías casi que excluyentes. Un oxímoron a todas luces. Y el lumpen un concepto de Antonio Gramsci para describir aquella capa de la población extraña rara, sin arraigo posible, sin oficio ni beneficio, dispuestos a lo que sea, pues no profesan lealtades ni honores algunos. Ella ademas ha adjuntado dos conceptos a sus análisis de la realidad actual: lumpenfascismo y narcofascismo. Los 3 relacionados con la triada del cineasta italiano Pier Paolo Pasolini: tener, poseer, destruir.
Bueno, a nosotros acá en Pavas Centro nos cambiaron la calle de toda la vida desde que era un trillo y vimos como llegaba el agua por los tubos que instalaron y como luego llegaba el asfaltado de aquella calle – trillo de tierra en un inicio y de lastre después. Las lamparas del alumbrado público también ya que antes y por mucho tiempo era sólo un pequeño bombillo en una esquina de esos antiguos —bellísimo— que medio alumbraba las noches cálidas y siempre seguras, eso sí. Cuando había viento sonaba cantarina. Nunca tuvimos miedo. A nada. Seguridad total. Con lo cual y quizá obviamente lo más importante es que dada su antigüedad esta calle ahora apodada Avenida 17 por el ayuntamiento en muchas partes no tiene aceras. Debido a su topografía. Es decir, estamos a pura orilla de calle. Además, por su antigüedad es muy angosta. Una calle legítimamente de carretas y carretones. Obviamente, no es apta para un tránsito intensivo y menos a doble vía. Aquí estamos apunto de ser atropellados. Los adultos mayores, los chiquitos ni se diga. El ruido, ahora con la epidemia del autismo —por los chiquitos se les puede estallar hasta el cerebro, siente uno. Los carros y motos a toda velocidad es espeluznante, por decir lo menos. A veces piensa uno que si llevaran una papa caliente con tanta prisa —ahí van calle arriba dispuestos a lo que sea. Hasta camiones y al igual que los perros a toda hora. Lo que nunca antes.
Esa descomposición social que analiza la intelectual y escritora Lucy Oporto Valencia está relacionada claramente con un deseo insaciable, en sumo obsesivo, por obtener de manera fácil y rápida los beneficios de la sociedad de consumo. De forma instantánea casi que inmediata, lo queremos todo. Perdiendo noción y capacidad de discernimiento sobre las prioridades. Vitales, si se quiere. Generando relaciones instrumentales y funcionales. Un envilecimiento en el trato y en las formas. Cosa poco común acá en el pueblo.
Hay que tener noción de cuáles son las prioridades, nos conmina Oporto. No se puede tener todo. Hay mucha ambición, en distintos niveles, ambiciones de orden político, de figuración, y una competitividad horrorosa.
En una entrevista que leí recientemente de la autora de marras dice lo siguiente con claridad meridiana: El crimen organizado sólo ofrece espejismos. Es el imperio de la muerte: ahí no hay nada, no se puede rescatar absolutamente nada.
Y para terminar nos dice Oporto: el narcofascismo es la encarnación del mal absoluto, la aniquilación final de lo humano con su abominable psicopatía de masas, el imperio totalitario de la abyección y la ruina, la apoteosis de la sociedad de consumo.
Un run run constante … de motos y carros camiones pequeños medianos y gigantes de todo tipo
…
Esto parece un lupanar -retomando el término de nuestra gigante Yolanda Oreamuno. Se equivocan -los extranjeros también- aquí estamos criando chiquitos muchos varios y por supuesto un chiquito duerme temprano. Estamos cuidando adultos mayores quienes también duermen temprano y como es el hábito -sano- salen a hacer las compras a la pulpería.
Hay decisiones que son muy técnicas y pueden parecer hasta lógicas. O lo son lógicas. Pero, carecen de humanidad.
LUCI OPORTO
¿Cuándo habla de lumpenconsumismo, de las organizaciones criminales y del narcotráfico como protagonistas del 18 de octubre a qué se refiere?
Ése es un proceso generalizado de descomposición que para mí es de orden moral, espiritual, social, cultural y que empezó hace mucho tiempo.
¿Hay más bien un deseo de obtener de manera fácil y rápida los beneficios de la sociedad de consumo?
Claro, inmediata, instantáneamente. Yo, que ya estoy en la última etapa de mi vida, puedo sostener que, en realidad, hay que tener noción de cuáles son las prioridades. No se puede tener todo. Hay mucha ambición, en distintos niveles, ambiciones de orden político, de figuración, y una competitividad horrorosa.
El crimen organizado sólo ofrece espejismos. Es el imperio de la muerte: ahí no hay nada, no se puede rescatar absolutamente nada.
Este movimiento, el octubrismo –como se lo llamó después–, coincide, –y no afirmo que sea la causa–, con lo que hablaba antes: la expansión del crimen organizado, el descontrol de la inmigración ilegal, y esta inseguridad total que hay ahora. No es como para alegrarse, no hay nada que celebrar.
Me pareció increíble, además, la propuesta de una serie de derechos que supuestamente iban a favorecer a los reos. Y yo pensaba: van a tener prácticamente los derechos de las personas libres, estando presos. Pero ni siquiera ellos votaron por el texto de la Constitución. Eso realmente me impresionó, no sé qué razones tuvieron, pero me impresionó. Había también una cosa muy extraña: privilegiaban las relaciones con América Latina y el Caribe. ¿Por qué esa restricción?