Por Stefanie Paul y Juan Garff (dpa)
Buenos Aires (dpa) – Imagínate que tuvieras que comer todos los días algo que no te guste. Que no puedas ir al refrigerador a elegir lo que más te apetezca. O que no puedan en tu familia ir a la tienda o al supermercado para conseguir los alimentos que prefieren. Algo así le ocurre a los astronautas.
En la Estación Espacial Internacional (ISS) se encuentran durante meses flotando a cientos de kilómetros de la superficie terrestre, lejos de toda posibilidad de comprar alimentos o de ir a un restaurante.
Los astronautas disponen de alimentos especialmente preparados para poder mantenerse en el espacio durante largo tiempo. Y no siempre tienen el mejor sabor. Sin embargo, llevan también algunos platos especiales. Antes del despegue pueden elegir por ejemplo su comida favorita para disfrutarla el día de su cumpleaños.
Pero a los entusiastas de la navegación espacial no parece molestarles demasiado la dieta a la que se ven sometidos. «Cuando viajaba al espacio disfrutaba mucho de la comida», dice Charles Bolden, ex astronauta y actual director de la Nasa, la agencia espacial estadounidense.
«Antes de partir, un especialista en nutrición le pregunta al astronauta sobre sus comidas preferidas, y después hay un recipiente en las naves o en la estación espacial donde se encuentran los menúes deshidratados», explicó Bolden recientemente en una conferencia en el Planetario de Buenos Aires.
«Se pueden calentar o comer fríos», agregó el ex astronauta, que participó en cuatro misiones de los transbordadores espaciales, con varios cientos de horas de vuelo acumuladas.
La preparación de los alimentos para astronautas no es sencilla. Sólo se puede utilizar determinados ingredientes. Las sopas y salsas no deben ser demasiado líquidas, para que no se desprendan gotas que pueden salir flotando por la cabina, en la que no hay fuerza de gravedad.
Esas gotas podrían taponar aparatos sensibles. Por eso las sopas se parecen más a un puré.
En el espacio se altera además un poco el sentido del gusto. Los alimentos saben más sosos, por lo que se condimentan mucho. Los investigadores suponen que estos cambios del sentido del gusto están relacionados con la falta de fuerza de gravedad. Ello hace que los líquidos corporales, como la sangre y el agua, se distribuyan de otro modo. Se dilatan entonces las papilas gustativas en la lengua, el paladar y las encías, que son las que perciben los sabores.
Los alimentos se condimentan entonces algo más que en la Tierra. Pero se sazonan con menos sal. El exceso de sal puede debilitar los huesos de los astronautas, que también atraviesan condiciones especiales por la falta de gravedad.
Una vez cocinados, los alimentos se envasan cuidadosamente en latas, que los astronautas pueden calentar en una especie de horno. ¡Que lo disfruten!