70% de personas desempleadas por COVID-19 presenta rasgos de depresión

» El 61.0% de la población costarricense presentó en octubre pasado alguna sintomatología depresiva, aumento del 50% en términos absolutos, al compararse con resultados de marzo de 2020.

San José, 29 ene (elmundo-cr)- La vulnerabilidad socioeconómica que enfrentan diferentes poblaciones en Costa Rica como consecuencia de la pandemia del COVID-19 ejerce una notable incidencia en la salud mental de las personas, que ya se ven afectadas por el temor a contraer la enfermedad, indicó una investigación realizada por la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y la Universidad Nacional (UNA).

Al analizar el porcentaje de población con mayor afectación en tiempos de COVID-19, el estudio señala que el impacto más serio lo está viviendo el 30.6% de la población que recibe, en promedio, menos de 450 mil colones como ingreso bruto familiar; el 40.3% de entre quienes perciben entre 450 mil a 550 mil colones; y el 45.2% con ingresos de entre 550 mil y 650 mil colones.

El grado de afectación disminuye en grupos con ingresos superiores, de manera que se encuentra un impacto serio en el 21.0% de entre quienes reciben 650 mil a 800 mil; el 22.7% con ingresos entre 800 mil a un millón de colones; el 19.7% entre quienes perciben entre un millón y 1.5 millones, y el 21.5% de entre las personas con ingresos de 1.5 millones y más.

La investigación “Salud mental y relaciones con el entorno en tiempos de COVID-19” señaló que, durante la pandemia, las principales preocupaciones que afectan la salud mental de las personas están relacionadas con los efectos del coronavirus en su estabilidad familiar, social y económica.

Al consultar a las personas sobre la forma en la que consideran que la pandemia ha afectado a los otros, destacan respuestas como pérdida de empleo (57.8%), sobrecarga de trabajo doméstico y tareas de cuido en el hogar, especialmente en el caso de las mujeres (47.1%); reducción de jornada laboral (44.9%), no poder pagar la casa (36.1%) y no contar con alimentación diaria (32.0%).

El 61.0% de la población costarricense presentó en octubre pasado alguna sintomatología depresiva, un aumento del 50% en términos absolutos, al compararse con los resultados obtenidos en marzo de 2020.

Un 43.7% de la población consultada presentó alguna sintomatología asociada con ansiedad generalizada severa, lo que contrastan con los resultados al estudio realizado en marzo pasado, cuando únicamente un 13.8% de las personas participantes manifestaron síntomas de ansiedad. El 32.1% de la población presentó una afectación crítica en su salud mental en octubre de 2020.

Impactos de COVID-19 en cifras

En el impacto corporal y en el segmento más crítico, el 74.6% de las personas expresaron sentirse más cansados de lo habitual desde que inició la pandemia, un 67.8% afirma que tiene dolor de espalda y cuello u otros dolores musculares, mientras que un 49.4% dolor de cabeza, un 45% se le acelera el corazón y la respiración, y una tercera parte (34.2%) tiene molestias estomacales.

En el impacto cognitivo, las manifestaciones más fuertes que se están presentando son la dificultad para dormir (91,3%), a esta población le es difícil relajarse o desconectar (90,7%), están pensando en los problemas propios y los de otras personas repetidamente durante el día (89,5%), al 77.0% de esta población le cuesta pensar con claridad y concentrarse, olvidan pequeñas cosas (71.4%), les cuesta tomar decisiones (67,5%) y le sobresaltan sonidos inesperados (64,5%).

Al analizar el impacto conductual, un 79.6% de la población que presenta mayor afectación en su salud mental, tiene desajustes en la alimentación, ya que tienden a comer mucho o muy poco; el 42,0% ha aumentado el consumo de cafeína o nicotina, el 27.7% utiliza alcohol y otras sustancias para sobrellevar el presente y uno de cada cuatro personas expresa haber puesto en peligro su salud o seguridad con alguna acción, como por ejemplo manejar un vehículo más rápido de lo recomendado.

En el impacto emocional, el 85.3% de la población que ha sido afectada severamente presenta cambios de humor y se siente hipersensible emocionalmente, un 70.4% señala que le sobrepasan la cantidad y el tipo de situaciones que debe afrontar, con un porcentaje similar de 69.6% que expresa estar irritable y se enfada con facilidad. El 41.0% siente que enfrenta los mismos problemas que la gente que les rodea.

La estabilidad laboral es una de las características diferenciadoras y factores protectores más sobresalientes en el estado de las personas. Quienes “cuentan con un trabajo cuya continuidad no corre peligro, que les permite suplir las necesidades básicas y les otorga ciertos beneficios que derivan en una calidad de vida adecuada, se encuentran en una mejor situación de salud mental”, detalla el estudio, apoyado por el Ministerio de Salud, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y personas expertas de España.

La investigación, que fue avalada por el Consejo Nacional de Investigación en Salud (CONIS), indicó que, al segmentar la población de acuerdo con el grado de afectación que están viviendo los costarricenses, en el segmento de mayor afectación, se “evidencia también que los efectos adversos en la salud mental se manifiestan de forma general con mayor intensidad en las mujeres, en quienes tienen menor escolaridad, y en las personas de bajos recursos o que encuentran más dificultades para conseguirlos”.

Considerando todos los participantes en el estudio, el 70.1% de las personas que han quedado sin empleo por el COVID-19 presenta rasgos de depresión y el 64.8% de quienes trabajan tiempo parcial también presenta dicha característica. Al mismo tiempo, una proporción importante de quienes se desempeñan en el sector privado (62.8%) presenta rasgos depresivos.

El 31.6% de las personas trabajadoras del sector público presenta rasgos de ansiedad, mientras un 53.8% de las personas que laboran en el sector privado presenta esta característica.

El equipo de investigación enfatiza que “en esta coyuntura, es fundamental fortalecer los servicios de atención en salud mental. Además, es importante fortalecer de forma específica la atención a poblaciones en vulnerabilidad, y también buscar las maneras de reducir esa vulnerabilidad y potenciar factores protectores de la salud mental como la estabilidad económica, la educación y, en general, el acceso a servicios públicos”.

Asimismo, se destaca el papel y compromiso de las universidades públicas para apoyar iniciativas en beneficio de la población, en el marco de sus competencias y posibilidades.

Este estudio fue realizado con una muestra de 6.786 personas, quienes completaron un cuestionario en línea, durante el periodo comprendido entre el 9 al 29 de octubre de 2020.

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