
Por Andrea Abrell (dpa)
En el sector de cuidados y belleza su aplicación no es una novedad. Hace tiempo que son uno de los principales elementos para lograr la textura deseada en cremas y lociones corporales, donde se utilizan en particular las parafinas, la silicona y la lanolina.
El término aceite de parafina suele remitir a una serie de sustancias que se obtienen como derivados del petróleo, mientras que la silicona está compuesta a partir de aceites producidos en forma sintética y conocidos en particular para el cuidado del cabello. Tanto ésta como la parafina despiertan reparos, por un lado, porque pueden resecar la piel y, por el otro, porque no se descomponen, con lo cual tampoco son bien vistos desde el punto de vista ecológico. La lanolina, en cambio, se obtiene a partir de las ovejas. Es una cera muy apreciada en la cosmética porque ayuda a regular la composición líquida de la piel.
A estos clásicos se han sumado ahora los aceites vegetales, un boom cuyo éxito seguramente se deba en parte a que éstos últimos son considerados muy naturales. Pero eso no es todo: los productos que contienen aceites vegetales tienen fama de ser mucho más amables con la piel, de amalgamarse mejor con la estructura de cada tez y de brindar una mejor protección.
Algunos dermatólogos destacan que muchos de los aceites vegetales tienen un alto grado de grasas no saturadas, como el 30, y que son ideales para pieles y cabellos secos. Aquellos aceites que forman una delgada película sobre la superficie aplicada son ideales para contener la humectación de la piel y brindar una sensación de suavidad duradera.
Para las pieles grasas es distinto. En esos casos, los aceites para el rostro incluso pueden derivar en un acné debido a que la piel ya de por sí tiene una textura más bien grasa. Además, los dermatólogos recomiendan utilizar con moderación estos productos si uno suele presentar alergias o una piel fácilmente irritable. Para esos casos sugieren probar el aceite en algún sector menos delicado y evitar verse sorprendido por una picazón o ronchas en todo el cuerpo.
Muchos productos para el cabello como shampoos y cremas reparadoras contenían aceites, pero ahora éstos se venden directamente por separado. Los modernos, comentan en las peluquerías, no son tan pesados y grasosos como se creía e incluso pueden ser aplicados a cabellos finos sin dañarlos.
También existen tratamientos de limpieza profunda, con contenido de aceites, que se aplican en caso de que el cabello esté muy dañado. A veces los daños se producen justamente por no haber enjuagado bien los productos aplicados. Además de esas aplicaciones profundas existen, por supuesto, aceites de primeros auxilios para cabellos secos o muy expuestos al sol o con puntas ajadas.
Los aceites suelen llevarse bien con la piel y con los cabellos. Y para estos últimos se recomiendan sobre todo los vegetales, ya que su estructura se asemeja mucho a la delgada cobertura que suele tener cada cabello por naturaleza.