Por Tom Nebe (dpa)
En un primer momento podría parecer sorprendente: a muchos adolescentes les gusta ayudar en sus casas y en cuestiones familiares, porque sienten que de ese modo devuelven algo de lo que reciben.
Justamente en la adolescencia es cuando quienes hasta hace poco eran niños comienzan a comprender cuánto han hecho los padres por ellos. Si bien es una etapa revoltosa y de rebeldía, comienza a haber una mayor comprensión y cierto agradecimiento.
Lo ideal para organizar el hogar es hacer una lista. Es una gran diferencia si toda la familia se sienta a enumerar y apuntar las tareas que se deben repartir. De ese modo, todos pensarán qué debe hacerse, qué han hecho hasta ahora los padres solos y cuántas son las labores domésticas a tener presentes.
El momento de hacer la lista es importante, y es bueno que todos estén presentes y comenten su parecer. Si el padre, por ejemplo, detesta ordenar los platos una vez que están lavados o si uno mismo siente disgusto por tener que colgar la ropa, tal vez las tareas se puedan intercambiar. Lo importante es repartirlas de modo que a cada uno le toque en lo posible lo que menos le desagrada.
De todos modos, los especialistas recomiendan que todos asuman al menos una vez cada tarea, de modo de tener conciencia de cómo es y de aprender a hacerlo.
Los padres deberían cargar con aproximadamente dos tercios de los quehaceceres. Es bueno que los adolescentes sean parte del proceso, pero también debe hallarse el equilibrio entre los deberes de la casa y el tiempo libre. Los jóvenes necesitan tener tiempo para hacer otras actividades y es fundamental que tengan la posibilidad de dedicarse tanto a la escuela como a algún hobby.
Es crucial que sepan que las tareas del hogar no deberían ser un obstáculo para su rendimiento en la escuela. Si las labores domésticas no les permiten estudiar y prepararse para sus exámenes, deben hablarlo con sus padres, que por su parte también deben estar atentos para no sobrecargar a sus hijos.
Créase o no, en algunos países existen regulaciones legales para estas cuestiones. En Alemania la asistencia escolar tiene prioridad frente a las tareas familiares y está prohibido realizar labores domésticas antes y durante las clases.
Cuidar a los hermanos pequeños está bien. Es bueno poder recurrir a los hijos mayores cuando saben cómo ocuparse de los menores, sobre todo si los padres deben trabajar y no pueden estar en casa, pero no hay que olvidar que los responsables son los padres. Y si los hermanos mayores se sienten sobreexigidos o consideran que no tienen forma de cuidar realmente de los más pequeños, es necesario que lo hablen con sus padres.
También deberían decir abiertamente si hay una tarea con la que no podrán cumplir por falta de tiempo. Por ejemplo, no es bueno que tengan que decidir si cortar el césped o hacer los deberes escolares. En estos casos es importante permitirles que pospongan la tarea doméstica, siempre y cuando no pase todas las semanas, desde ya.
Y si los adolescentes creen que los padres no los están escuchando, es bueno que recurran a alguien de confianza que tenga una buena relación con sus progenitores. Esa persona podrá hacer de mediadora en la comunicación. Puede ser la abuela o un amigo de la familia.
En líneas generales, al repartir las tareas los padres pueden preguntarse: ¿yo hubiera podido hacer eso a su edad?