
Por Alisa Augustin (dpa)
Es una realidad que puede darse tanto en la pareja como entre colegas de trabajo o amigos, y son pocos los que hablan abiertamente de lo que les pasa cuando lo sienten. Sin embargo, es una realidad. Los celos son una especie de monstruo con el que hay que aprender a convivir o, en el mejor de los casos, a manejar.
Los adolescentes se ven muchas veces en aprietos porque sienten culpa al notar lo que les está pasando con sus amigos. De pronto sienten algo que no les pueden contar a los demás. Pero los especialistas explican que es normal, ya que los celos suelen surgir del temor a perder algo o a no lograr lo mismo que los demás, y se da en particular en la pubertad, cuando los jóvenes están buscando destacarse y llamar la atención de los demás.
En la adolescencia todo depende del lugar que tenga cada uno en el grupo. Si uno es desplazado o queda excluido, la sensación es que el mundo se viene abajo.
Los adultos desarrollan otros mecanismos y han aprendido a entender de otro modo sus prioridades, pero para los jóvenes es importante ser conscientes de estos aspectos y, sobre todo, tener alguien con quien hablar de estos temas.
Lo principal es no dejarse hundir por esa sensación extraña. Más vale salir, hacer deporte, estar al aire libre un rato para despejar la mente o encontrarse con otra gente, además de pensar, por supuesto, si existe una razón real para estar celoso. A veces los motivos están en que uno tuvo un mal día, o se reacciona de un modo desmedido ante algo que para otros puede ser muy importante pero que para uno mismo no lo sería.
Si uno habla con la persona con la que tiene el problema, es bueno no hacerle reproches sino preguntar cuál es su situación o contarle lo que le está pasando a uno. No siempre es fácil, pero muchas veces ayuda a esclarecer rápidamente la situación. Además, siempre suele hacer bien decir lo que se piensa.
Al mismo tiempo, algunos especialistas apuntan que los celos no siempre deben ser entendidos como algo negativo, ya que compararse con otros forma parte de la vida y también puede servir como aliciente para ver qué cualidades tiene uno mismo, qué puede hacer o desarrollar.
Es decir, siempre es bueno pensar qué es lo que a uno le provoca envidia y preguntarse qué le gustaría desarrollar en base a los puntos fuertes que tiene para ofrecer.
Los celos o la envidia pueden ser un gran motor de desarrollo y, al mismo tiempo, pueden servir para reconocer que no todos somos buenos en lo mismo. Unos podrán ser mejores en una cosa, los otros, en otra.