A todos nos gusta dejar cosas para mañana. ¿Está mal?

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Más vale afrontar pronto las tareas que uno preferiría evitar. Si uno las pospone eternamente, la carga se vuelve doble: no sólo se tienen que hacer, sino que además se piensa constantemente en que debiera hacerlas. Crédito: Monique Wuestenhagen / dpa-tmn

Por Kristin Kruthaup (dpa)

Primero uno hace un poquito de orden, luego chequea durante un buen rato los e-mails. Cuando hay algo difícil por resolver a uno se le ocurren miles de cosas que podría hacer antes. La pedagoga Eliane Dominok explica por qué hay personas que tienden constantemente a dejar para otro día lo que podrían hacer hoy y qué herramientas existen para vencer esa barrera a fin de evitar que los asuntos poco placenteros se acumulen eternamente.
¿Por qué uno prefiere dejar ciertas cosas para otro día?Quienes presentan este comportamiento de un modo crónico suelen ser mencionados en casi todos los enfoques como personas que tienen un déficit de autorregulación. Uno de los motivos puede estar en que el individuo no se sabe manejar bien con emociones negativas. Muchos temen enfrentarse a tareas poco agradables o complicadas. Quienes posponen ciertos asuntos permanentemente incluso pueden llegar a tener cuestiones que jamás resolverán.

¿Existe un diagnóstico para esta problemática?

A todos nos gusta dejar cosas para mañana, pero para la gran mayoría no es más que una mala costumbre. Sin embargo, en algunos casos este comportamiento puede tener consecuencias decisivas. Muchos estudiantes, por ejemplo, son capaces de dejar pasar todas las fechas de exámenes y presentarse a la última, con lo cual, si no aprueban, corren el riesgo de tener que dejar una carrera por haber esperado hasta el momento inevitable. En el caso de quienes ya están en la vida laboral, posponer asuntos también puede derivar en el mediano o largo plazo en un despido.

¿Qué se puede hacer para evitarlo?

Cuando se trata de proyectos o tareas prolongadas y complejas, es bueno proponerse avanzar por partes. Dividirlas y dedicarse a pequeños tramos para tener la sensación de que uno progresa. Eso sirve además para desarmar el temor que uno puede tener ante un asunto que percibe como una montaña inabarcable. Otra punto: al alcanzar el objetivo parcial es bueno recompensarse. Por ejemplo, se puede ir al cine o darse algún otro gusto y, de ese modo, no sólo aumentar la motivación a la hora de encarar la tarea, sino también tener la sensación de que se ha cumplido. Si eso no ayuda, es bueno sentarse y escribir para qué se quiere lidiar con ese asunto. Es una forma de no perder de vista la meta final.

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