Venezuela: Ni Guaidó, ni Maduro

» Por Jorge Soto Paniagua - Activista/gestor sociocultural de Puntarenas

Desde tempranas horas del día las noticias rezaban: “Juan Guaidó es autoproclamado presidente interino de Venezuela”. Pero ¿qué es un presidente interino?, y con mayor duda ¿cómo un presidente se autoproclama? Y es conveniente mencionar ahora que no simpatizo con el Gobierno de Maduro, pero eso no me impide reconocer que el acto del diputado Guaidó no le convierte en presidente, ni quita las facultades de este cargo al actual mandatario.

Tomando en cuenta que Guaidó se ampara (desde su argumento, y el de sus simpatizantes) en los Artículos 233 y 333 de la Constitución Política de la República Bolivariana de Venezuela, entendemos que este acto parece estar sustentado en la Justicia del país. (Por favor antes de seguir la lectura, lea los Artículos 233, 333 y 236).

El Artículo 233 trata acerca de las faltas absolutas del Presidente o presidenta de la República, entre las cuales sobresale el “abandono del cargo”, pero teniendo presente que Nicolás Maduro fue juramentado en la presidencia el pasado 10 de enero, su acto no tiene mayor peso sobre el Gobierno, y este únicamente seguirá perpetrando la represión en nombre del “orden constitucional”. El artículo 333 aún podría ser un buen argumento para apresurar la salida de Maduro, si este fuera usado para sustentar una acción popular de presión (violenta o no violenta), y por ello se diera su salida del poder (en ese caso aplicaría a la perfección también el Artículo 233).

Nicolás Maduro sigue siendo presidente del Poder Ejecutivo tras no reconocer a Juan Guaidó, y por lo tanto, teniendo las atribuciones y obligaciones que dicta la Constitución en el Artículo 236 (Sección Segunda en versiones pasadas de la Constitución). En estas se ampara para realizar los actos cometidos hasta el momento, y en estas se amparará (a como mencionó en su discurso, rompiendo relaciones con Estados Unidos) para mantenerse al mando, y perseguir al auotroclamado “presidente interino” y las personas más cercanas a sus intereses políticos.

En resumidas palabras: Nicolás Maduro sigue teniendo control de los Ministerios, instituciones del estado, y la Guardia Nacional Bolivariana (su gran aliado indispensable). Tiene la facultad de romper relaciones con los países que considere necesario, y ha demostrado no tener piedad al recurrir a la represión y control por medio de la violencia. En este panorama, me es posible plantear los únicos tres escenarios que podrían llevar a la salida de Maduro y su Gobierno:

  1. Maduro acepta convocar a nuevas elecciones, y su salida del Gobierno (regreso a la democracia para el sector opositor) por voluntad propia, por presión popular.
  2. La Guardia Nacional Bolivariana comete un golpe de estado y depone su mandato (no me atrevo a mencionar los efectos de este y el tercer punto).
  3. Nicolás Maduro es depuesto del poder, por medio de apoyo extranjero (intervencionismo) a un golpe de estado. Con, o sin apoyo popular.

Si lo sucedido este miércoles no resuelve el problema, agrava la crisis y además da posibles razones al Gobierno para perpetrar la violencia; es aún peor recordar que este actuar ha sido apoyado por Jair Bolsonaro, Donald Trump e incluso Juan Orlando Hernández. Y no deja de resultar repulsiva la violencia y represión del estado a las protestas opositoras, las alianzas de Maduro y su partido con Gobiernos como Nicaragua y los ya muchos casos de corrupción en la gestión del último Gobierno del país.

Las celebraciones en todo el mundo (sí, incluida la casa de Óscar Árias), los reconocimientos de Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, (entre otros) a Guaidó, no son más que una muestra más de lo débilmente posicionado que se encuentra el Gobierno venezolano a nivel internacional, pero también muestra los aún aliados del oficialismo, los efectos devastadores de la caída del apoyo popular a este y los muchos aliados estratégicos de la oposición.

Aún hay esperanzas en un fin no violento (recomendado por la Unión Europea), y sin manchas de sangre, para la crisis venezolana, pero el panorama no ofrece más que futuros grises si Maduro no depone su mando. Es bien sabido que las relaciones con el país vecino (y de tradición militar) Colombia, no son buenas, y este es uno de los principales impulsores de las acciones opositoras. El solo hecho de pensar en un conflicto militar ya genera miedo y tristeza, para con el futuro de todo América Latina.

Venezuela es una herida abierta, con muertos, violencia, represión y golpes de estado; una herida que no es cerrada, ni curada, por el discurso de un diputado, el cual con su actuar no es consecuente ni con los artículos de la Constitución a la cual hace mención.

Finalmente, la posición de Costa Rica deja de ser consecuente y se convierte en oportunista, desde el momento en que se deja de reconocer como legítimo a Nicolás Maduro, pero se avalan a gobiernos como el de Honduras e intentos de golpes de estado.

Es lamentable; el pueblo venezolano es el que sufre y seguirá sufriendo a causa de la incapacidad de su Gobierno, y una oposición que con el actuar irresponsable de sus representantes políticos apunta a llevar al país a escenarios más críticos (y negociar su soberanía). No es utópico esperar que la historia de Irak (2003), El Salvador (1973), y otros países soberanos, no se repita en Venezuela, pero es muy posible todo lo contrario. Es por ello que: ni Maduro, ni Guaidó.

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