Hoy quisiera hacer algunas reflexiones en torno a la conmemoración del Día Internacional de la Lucha contra el Sida. Lo hago en honor de las miles de víctimas que sucumbieron ante la enfermedad, a las miles que han logrado sobrevivir gracias a los avances médicos y muy especialmente a quienes, despojándose de todo tipo de temores y discriminaciones, han servido de consuelo ante el dolor y han sembrado esperanza en sus semejantes. Lo hago de manera especial por una persona que frecuentemente transita los pasillos y las oficinas de los diputados en busca de ayuda para los niños de la Fundación Michael Vázquez, cuyo ejemplo personal es testimonio viviente de fortaleza, valentía y amor al prójimo: me refiero a Mairena Rodríguez.
Conocí a Luis Gerardo Mairena Rodríguez a finales de la década de los 90 cuando recurrió a la Defensoría de los Habitantes en busca de ayuda para defender su derecho a la custodia de un menor al que había cuidado desde el momento en que su madre biológica lo había abandonado a los tres meses. Para ese entonces Michael tenía alrededor de 7 años y crecía rodeado del amor y los cuidados de Mairena quien hacía las veces de papá y mamá.
Su vida como ella misma la relata, había estado llena de dificultades: “En 1992 llegó el fin de 30 años de vivir prostituyéndome en las calles. Fue en ese entonces cuando una mujer le dejó un bebe de solo tres meses, muy enfermo y a quien llamo Michael. A partir de ahí se le despertó un instinto maternal que no sabía que tenía…” (Entrevista CRhoy.Com, junio 6, 2015).
Continúa la entrevista realizada por la periodista Marielos Gutiérrez: “Con el niño en brazos y una serie de sentimientos que nunca había experimentado, Mairena tomó la decisión de abandonar las calles. Con gran esfuerzo abrió una pulpería, organizaba excursiones, llevó a Michael al kínder y estaba en aparente calma, pero apareció una vez más la madre biológica del niño y empezó lo que Mairena califica como la etapa más fea de su vida, más fea incluso que la época de la prostitución, cuando recibió una acusación de sustracción”.
Recuerdo bien las visitas de Mairena a la Defensoría, las conversaciones que en ese momento tuvimos y los tabúes que rodeaban la situación por tratarse de un caso inédito asociado a su condición de transgénero. En la Institución no teníamos antecedentes de casos similares, hacía muy poco habíamos comenzado a manejar asuntos relacionados con la población LGTB (lesbianas, gays, transgéneros, bisexuales) y a pesar de que ya nos acercábamos al final del siglo, la sociedad mayoritariamente se aferraba a estereotipos muy difíciles de superar y que aún hoy existen.
Mairena sin embargo nos convenció de que su condición no era obstáculo para brindarle a Michael todo el amor y la educación que el niño requería y en esas condiciones solicitamos al Patronato Nacional de la Infancia que resolviera el caso. Felizmente en setiembre del 2004 el Juzgado de Niñez y Adolescencia de San José resolvió concediéndole la custodia y Mairena hizo historia convirtiéndose en el primer transgénero que pudo adoptar a un menor. Hoy afirma que lo educó “con mucho amor, sin morbo, le hablé las cosas como son, es un muchacho lleno de amor”.
Pero las aspiraciones de Mairena no pararon allí. En 2007 dio inicio a la Fundación que lleva el nombre de su hijo Michael Vázquez y que se dedica a atender niños que han sido rechazados y abandonados por sus familias, debido a su condición sexual. Las historias de menores en la Fundación que se recogen en varios documentales son desgarradoras. Algunos portadores de SIDA, relatan la forma en que cayeron en garras de la prostitución y la explotación sexual de individuos inescrupulosos que los obligaban a tener hasta cinco o seis relaciones diarias. Se trata de una población doblemente castigada, abandonada, con muchos temores y contagiada. En palabras de uno de ellos: “usados y discriminados”
La historia de la humanidad está llena de ejemplos sobre pestes y epidemias que han cambiado el rumbo de los acontecimientos. El caso del SIDA es muy especial por el impacto socio cultural que produjo a nivel mundial. Han pasado aproximadamente 35 años desde que los doctores Luc Montagner (francés) y Robert Gallo (norteamericano) describieron cada uno por su lado, lo que sería uno de los descubrimientos más impactantes de finales del Siglo XX, el virus VIH causante del SIDA, la enfermedad cuyas consecuencias tanto físicas como emocionales condujeron a acentuar, como nunca antes, la discriminación y el rechazo hacia la población homosexual, considerada durante muchos años, el blanco de trasmisión y contagio del virus.
Hoy, a pesar de la comprobación científica acerca de que tanto la población homosexual como la bisexual y la heterosexual son portadoras del virus, no hay duda de que la tarea por delante es derrumbar los mitos y las ideas fundamentalistas que continúan siendo una de las muchas e inaceptables excusas que fomentan la discriminación hacia cualquiera de las formas de diversidad.
La tarea no es sencilla porque aceptar la diversidad sexual, religiosa, racial o cualquier otra, no ha sido una de las características más felices en la historia de la humanidad. Cientos de guerras son testigo de ello. El esfuerzo sin embargo vale la pena y personas como Mairena dan fe de que paso a paso, todo es posible.