Si Liberación Nacional, no hace un verdadero cambio, el país pierde y el partido caminará a su extinción.
Después de reflexionar, veo una motivación a lo interno del Partido Liberación Nacional caminando a un cambio histórico, pero también voy hablar al grano y directo, si el cambio no se da, caminaremos a una extinción. Sin embargo, cuando los partidos tradicionales se estancan en viejas estructuras y lógicas, pierden contacto con las nuevas necesidades y aspiraciones de los ciudadanos. La renovación de los partidos tradicionales, dando espacio a nuevos liderazgos y adaptándose a las realidades del entorno, no solo es una necesidad, sino una exigencia para mantener la vitalidad de la democracia.
Uno de los aspectos clave de esta renovación es la incorporación de nuevos líderes, capaces de conectar con las nuevas generaciones y con las diversas demandas que surgen en un contexto social, económico y tecnológico en constante cambio. Los líderes tradicionales, aunque pueden contar con una experiencia valiosa, a menudo están atrapados en viejas dinámicas que no responden a los retos actuales. Los nuevos liderazgos, por su parte, pueden ofrecer ideas frescas y propuestas innovadoras que resuenen con un electorado más crítico y exigente.
Sin embargo, un problema recurrente en los partidos tradicionales es la tendencia de su cúpula a perpetuarse en el poder, tomando decisiones que favorecen sus propios intereses familiares o personales. Este fenómeno, conocido como “nepotismo político”, ocurre cuando los líderes de los partidos, en lugar de apostar por el mérito o la renovación, utilizan su poder para colocar a familiares o amigos en posiciones clave. Este tipo de prácticas no solo son moralmente cuestionables, sino que también son profundamente dañinas para el partido a largo plazo. Cuando los votantes perciben que los partidos se manejan como feudos familiares, pierden confianza en la institución y sienten que no hay espacio para nuevos actores o ideas. Esta falta de renovación al interior de la estructura del partido se traduce rápidamente en desafección electoral, y, en muchos casos, en derrotas contundentes en las urnas.
El nepotismo y la falta de apertura a nuevos liderazgos son ingredientes para una derrota electoral segura. Los votantes, especialmente los más jóvenes, buscan representatividad, autenticidad y políticas que respondan a sus necesidades. Cuando los partidos se convierten en una especie de “club de amigos” cerrado, su desconexión con el electorado se hace evidente. Además, los escándalos derivados de prácticas corruptas o de favoritismo familiar generan una sensación de desconfianza generalizada, lo que solo refuerza la imagen de que el partido está más enfocado en la perpetuación del poder que en el bienestar de la sociedad.
Otro aspecto importante de la renovación es la necesidad de comprender el “mercado” electoral y el público al que se dirige. Vivimos en un mundo cada vez más globalizado y digitalizado, donde las interacciones entre los votantes y los partidos no se limitan a los mítines o las campañas tradicionales. Las redes sociales y otras plataformas de comunicación han transformado la manera en que los ciudadanos reciben información, participan en el debate político y, en última instancia, emiten su voto. En este contexto, los partidos deben ser capaces de comprender estas nuevas dinámicas y adaptarse a ellas, lo que requiere tanto una actualización tecnológica como una revisión de sus estructuras internas.
Finalmente, las derrotas electorales, aunque dolorosas, pueden ser una valiosa oportunidad para los partidos de reflexionar, aprender y reinventarse. Las derrotas no siempre son el fin, sino un momento para evaluar los errores, escuchar a la ciudadanía y ajustar la estrategia política. No podemos seguir negándonos a renovarnos, después de una serie de fracasos corremos el riesgo de quedar obsoletos y perder relevancia. En cambio, la competencia si son capaces de adaptarse y evolucionar a partir de sus errores son los que logran mantenerse vivos y competitivos en el panorama político. Sin renovación, no hay democracia dinámica.