La comunicación está al servicio de la destrucción.
Debemos de reflexionar sobre los contenidos de la comunicación que estamos viviendo. Aquello que se expresa a través de “lo digital” lleva una carga de agresión, de insulto, de descalificación hasta romper la dignidad de la otra persona. No existe sensor que suene para advertir la difamación. Es la destrucción por la destrucción. Incluso seudo personajes alzan su perfil destrozando a otra persona o a un grupo que no representa sus ideas, políticas o religiosas, pero también, puede ser por razones deportivas o raciales. Cualquier diferencia es motivo para invadir el decoro de las personas. Los escupitajos maltratan y descalifican hasta despedazar la figura de los demás. Por medio de los aparatos somos capaces de apuntar al prójimo con palabras que no se dirían si tuviésemos a esas almas de frente.
El diálogo entre quienes piensan igual es un estímulo para despreciar lo que piensan otros. Se pierde el derecho a la intimidad y todo pasa a ser un espectáculo capaz de reunir falsedades sin pudor para descalificar a las otras personas.
La comunicación digital pierde de vista la expresión de los ojos. Aquellas miradas que son capaces de transmitir más que mil palabras, El silencio y el lenguaje corporal. El sudor en las manos, el rostro transformado por el rubor y el temblor en la voz no encuentran cabida en la virtualidad. Se pierde el sentimiento del diálogo para fundar una nueva amistad.
La comunicación humana tiene muchas formas y no es precisamente la fiesta de insultos que recoge la virtualidad. La conexión digital, tal como la estamos viviendo, no es la herramienta para unir a la familia, a la sociedad o a la humanidad.
El fanatismo crea asociaciones contra un enemigo a través de lo digital. Crea la capacidad para demoler de manera anónima. Contribuye a destruir las relaciones interpersonales. Favorece para ampliar el individualismo que se expresa en xenofobias y desprecio por los vulnerables.
Estamos a tiempo de recapacitar y escribir las reglas de la comunicación que manifiesten nuestro amor por la humanidad. Vivir de acuerdo con los dictados del corazón. ¡Urge amar!
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