El Informe Estado de la Nación, edición XXV, presentado el pasado miércoles, realiza una radiografía del país, la cual, por un lado, preocupa y, por el otro, pone el dedo en la llaga sobre los temas más importantes en los cuales hay que trabajar de manera decidida y urgente.
La “coyuntura crítica” que atraviesa Costa Rica, tal cual la califica el Informe, señala algunos ejes sensibles que muestra el sufrimiento de la sociedad: deterioro del desarrollo económico y del desarrollo social que sintetizan y ponen en riesgo las condiciones de vida y de trabajo de las personas. Si bien el diagnóstico es grave, los investigadores apuntan que no debemos tener una visión “derrotista”. No obstante, lo que hagamos de aquí en adelante, y yo diría también, lo que hemos venido haciendo, sí decidirá el rumbo de nuestra nación.
Este importante estudio, que se pone en las manos de la ciudadanía, nos llama a tener “sentido de urgencia” y es aquí, donde insisto, si no ponemos manos a la obra sobre lo elemental, y se sigue desviando la atención a temas ideológicos, esta desviación podría colocar a Costa Rica en una fase donde el retorno a la estabilidad social y democrática sea cada vez más difícil y fatigoso.
Veamos algunas sombras que van en aumento en nuestra sociedad. Nos dice el Informe que el desempleo (de abril 2018 a junio 2019) pasó de 10,3% a 11,9%, el desempleo ampliado (población que está fuera de la fuerza de trabajo y disponible, pero desalentada) de 11,5% a 13,6% y el subempleo (personas que desean trabajar más horas) de 7,2% a 10,3%.
Atención a esto, porque no es de ahora, sino desde tiempo atrás en que se han venido haciendo mal las cosas en nuestro país, a pesar de las alertas y de que no pocos hayamos alzado la voz reiteradamente. Dice el Informe: “La incidencia de la pobreza por ingreso se ha mantenido sin cambios significativos en los últimos veinticinco años, en un 20% de los hogares. Sin embargo, la población afectada no es siempre la misma: existe un constante flujo de grupos que entran y salen de esta condición, dependiendo de su situación laboral, pues cerca del 13% de los hogares tiene ingresos que apenas sobrepasan la línea de pobreza”.
Vamos para dos décadas y media de desigualdad, de familias que no ven la luz, de personas que no encuentran estabilidad laboral ni posibilidades de surgir en medio de este panorama. Esta es una realidad muy triste, preocupante y peligrosa.
Sin ser exhaustivos, pero en la necesidad de hacer eco del Informe, se detalla también el rezago en materia de infraestructura vial; se señalan grandes desafíos en el sector turismo, fuente importantísima de ingresos para el país; se anota que el Gran Área Metropolitana concentra la actividad económica, dejando atrás las otras regiones; se apuntan las brechas en varios sectores productivos y el “raquitismo crónico” que describe a la mayoría de negocios formales que limita la generación de empleo, su crecimiento y estabilidad. Esto evidencia, en gran parte, el modelo agotado de país que tenemos.
Como el mismo Informe Estado de la Nación lo coloca en su portada, Costa Rica está en situación “frágil”. No podemos divagar más en la solución de los problemas, hace falta una auténtica concertación que procure, como lo hemos repetido varias veces, el bien común de manera efectiva.
El Catecismo de la Iglesia lo señala claramente en su numeral 1906, el bien común es: “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”. Y agrega, “el bien común afecta a la vida de todos”. Si no logramos entender que somos nosotros -quienes habitamos en este país- los que estamos en situación frágil, no podremos salir adelante. ¡Que Dios nos ayude a entender que somos hermanos y que el país depende de todos!
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