Por una migración segura para todos los niños y todas las niñas

» Por José Bergua - Asesor Regional de Protección de la Infancia en UNICEF América Latina y el Caribe

Lydia creció en una zona dominada por maras de una pequeña ciudad en Honduras. Cuando tenía 14 años de edad, miembros de una mara la secuestraron, la llevaron a una propiedad abandonada y la violaron. Se escapó y se lo dijo a su madre, que llamó a la policía. Como resultado de la violación Lydia se quedó embarazada. Los hombres que la violaron fueron liberados de la cárcel y amenazaban con matarla. Lydia y su madre se trasladaron a otra ciudad, pero los mareros las siguieron y continuaron amenazando a Lydia. Lydia se vio en la obligación de migrar para salvar su vida.

En todo el mundo, unos 50 millones de niños y niñas están en movimiento; 6.3 millones de ellos en algún lugar de las Américas. Para muchos, la migración es una experiencia positiva. Todos los días, los niños y sus familias migran por motivos escolares, laborales o familiares. Lo hacen de forma voluntaria y segura.

Sin embargo, en casos como los de Lydia, la migración no es ni voluntaria ni segura. Alrededor de 28 millones de niños y niñas han sido expulsados ​​de sus hogares por algún conflicto, mientras que muchos otros se han visto obligados a desplazarse por la violencia cotidiana, el cambio climático o la pobreza y la falta de oportunidades. Y detrás de cada uno de esos números hay un niño o una niña concretos, una vida, unos sueños…

Millones de niños y niñas no tienen acceso a sistemas de protección adecuados o rutas seguras y regulares para migrar, por lo que recurren a contrabandistas, traficantes o rutas informales peligrosas, lo que los pone en un riesgo terrible. Son víctimas de la violencia, el abuso, la explotación y la falta de acceso a servicios esenciales. Lo vemos todos los días, ya sea en noticias horribles sobre tráfico de niños en Libia o sobre niñas que huyen de la brutal violencia de las pandillas en Centroamérica. Está sucediendo en todo el mundo.

Hoy, 18 de diciembre, es el Día Internacional del Migrante. Habrá discursos y eventos para celebrar las contribuciones positivas de los inmigrantes a la sociedad, y así debe ser. Pero al mismo tiempo no debemos olvidar que, todos y cada uno de los días del año, un número incontable de niños y niñas migrantes recibe un trato que las sociedades nunca aceptarían para sus propios ciudadanos. Esta situación es intolerable y no puede continuar: las políticas, las prácticas, los comportamientos y las actitudes pueden y deben cambiar para garantizar que se respeten los derechos de todas las Lydias del mundo, en sus países de origen, en aquellos que atraviesan, en los países de destino, y también cuando son devueltos al punto de partida…

Debería ser una obviedad, pero no lo es: una niña, un niño, ya sean refugiados o migrantes, son ante todo niñas y niños que merecen protección, cuidado y todo el apoyo y los servicios necesarios para prosperar y desarrollar todo su potencial. Donde sea y cuando sea.

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