Una Democracia en Peligro llamada Costa Rica…

» Por Marisol Chévez Hidalgo - Licenciada en filosofía Universidad de Costa Rica

La mayoría de los costarricenses sabe supuestamente que es una democracia, como base que llena de contenido político a este pequeño Estado Social de Derecho, aunque hoy en día esto parece más bien una falacia articulada desde la propia “academia”, debido al clima de corrupción naturalizada, imperante en la llamada “Suiza Centroamericana”.

Lo que se ha pensado como la democracia más estable de todo América latina, desde hace décadas se encuentra en peligro de extinción, más allá de las campañas que los diferentes gobiernos de turno hagan, ya sea publicitarias o turísticas alrededor del mundo, donde se afirma que este es un paraíso exótico, pero en realidad solo para los delincuentes de cuello blanco que a estas alturas, son más nacionales que extranjeros.

¿Puede entonces el costarricense darse cuenta lo que se avecina? Algunas veces se puede pensar que sí, mientras que otras, este sigue siendo engañado por una serie de discursos populistas, clientelistas, demagógicos, sindicalistas, académicos y seudo-religiosos que a todas luces, le imposibilitan pensar por sí solo, alternativas o soluciones que están solo en sus manos, para lograr luchar frente a la corrupción institucionalizada, misma que campea en varios organismos estatales, los cuales no nos están representando como colectivo cívico.

Existen políticos que todavía creen en reformar nuestra Carta Magna, para así cambiar lo que supuestamente está mal dentro de ella; cuando en realidad lo malo, se percibe a raíz de la pésima administración de los fondos públicos que en la Costa Rica del Bicentenario se están agotando, porque son despilfarrados al descaro, por aquellos que se dicen guardianes de esta “democracia representativa”.

Unos a otros se recriminan la situación actual, pero desde sus propios estados de confort, los cuales no quieren perder bajo ninguna premisa o razón. Otros mientras tanto, se pasan quejando de los bajos salarios que reciben, cuando en realidad estos ganan millones a diferencia de los que ni siquiera gozan de un seguro por invalidez, vejez y muerte, incrementando así la polarización de la sociedad que se encuentra en un limbo de intersubjetividades, mismas que no logran ponerse de acuerdo.

De esta forma como República multiétnica y pluricultural, Costa Rica no ve la luz en sus políticas públicas y menos, desde la falta de cuórum dentro de la Asamblea Legislativa; la cual, se ha transformado en las últimas décadas en un “mercado persa o ruta de la seda” donde “mercaderes o mecenas”, controlan la ley de la oferta y demanda de intereses individualistas, elitistas o gremiales que no permiten que el pueblo, sea realmente representado desde las urnas cada cuatro años.

Don Pepe Figueres, decía que Costa Rica era un país de domesticados y en cierta forma tenía razón, debido a que los ideales que alguna vez abanderó la Social Democracia y que posteriormente se fusionaron en las décadas de los ochenta y noventa, con los llamados Socialcristianos y un remedo de sobrevivientes de la perestroika a la deriva más allá del Mar Báltico, son en parte los responsables de pisotear esta democracia, permitiendo el secuestro del país y su venta al mejor postor.

Porque en realidad, toda esta Nación se ha mercantilizado y no solo desde el discurso, sino también en la práctica, ya que no existe un lugar dentro de estos cincuenta y un mil cien kilómetros cuadrados, que no se caracterice por vender algo más que su alma a los intereses de los inescrupulosos que dentro del mismo Estado, juegan a los dados como si fueran dios.

Es cierto que las sociedades cambian y todo evoluciona, pero en el caso de la sociedad costarricense la realidad es otra, debido a que lo único que se ha mantenido inamovible con el paso de los años, son los jugosos salarios y pensiones de lujo que siguen dando de qué hablar, al igual que la falta de ética y moral dentro de la función pública, misma que se ha convertido para algunos en el nicho preferido de sus fechorías a vista y paciencia de una ciudadanía más que pasiva; ya que en todo caso es indolente ante su futuro, si es que tiene alguno…

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