Recientemente, un grupo de académicos y estudiantes de la Universidad de Costa Rica en el artículo “Pronunciamiento del Consejo Universitario sobre la situación de Gaza: omisiones de un comunicado temeroso” publicado el 15 de noviembre en Semanario Universidad, protestaron contra el llamado a la paz en Gaza realizado por el Consejo Universitario. Su oposición se centra en que dicho comunicado no señala a Israel como el responsable del conflicto.
Lamentablemente, en lugar de abogar por los legítimos derechos del pueblo palestino la publicación promueve un discurso de odio hacia Israel. Para los firmantes, el conflicto se interpreta bajo una dinámica equivocada de opresor y oprimido, en la que el presunto opresor es la personificación de la maldad, mientras que al supuesto oprimido se le justifica todo. En esta perspectiva distorsionada, estigmatizan y demonizan a Israel, acusando falsamente a la única democracia en la zona de cometer los peores crímenes que se le pueden atribuir a un Estado y, a la vez, hacen apología del terrorismo.
Para ellos, Hamás es un “movimiento de resistencia de índole popular” y no una organización terrorista con la misión explícita, según su carta fundacional, de destruir al pueblo judío en todo el mundo. Los horrendos crímenes cometidos por estos terroristas, como asesinatos, violaciones y secuestros, son justificados como actos legítimos de resistencia y respuestas naturales a la opresión. Bajo esta lógica, sería también legítimo que repitan estas atrocidades si se les diera la oportunidad, tal y como han anunciado repetidamente.
Según la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), reconocida internacionalmente como la principal directriz para identificarlo y abordarlo, es aceptable criticar a Israel de la misma forma en que se critican las políticas y acciones de cualquier otro Estado, pero es antisemita e ilegítimo formular acusaciones falsas, deshumanizadas, perversas o estereotipadas contra el Estado Judío; cuestionar la legalidad de su existencia; exigirle un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático; hacer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis; entre otras.
Los firmantes caen en estas prácticas al atribuir falsamente al sionismo (movimiento nacional de autodeterminación del pueblo judío) un genocidio y limpieza étnica aún “desde antes de la fundación formal del Estado de Israel”, así como al afirmar la creación de “el mayor campo de concentración del mundo” en Gaza, concluyendo que Israel es un estado ilegal y terrorista. Estas afirmaciones, además de falsas, son típicamente antisemitas.
Los hechos demuestran que Israel nunca ha intentado un genocidio ni una limpieza étnica. La población palestina aumenta sostenidamente año a año y la población árabe-israelí, aproximadamente el 20% del total de Israel, goza de plenos derechos. Contrariamente, en las áreas de Cisjordania y Gaza controladas por los palestinos no hay presencia judía. El control de estas zonas que Israel tuvo en el pasado tampoco resultó en una limpieza étnica.
Particularmente grave es el señalamiento de Gaza como “el mayor campo de concentración del mundo”, una ofensiva referencia al nazismo sin base en la realidad. Quienes conocemos de primera mano testimonios de sobrevivientes de los nazis, y cualquiera que se hubiese informado sobre el tema, sabemos que lo allí vivido no es ni cercano a la realidad en Gaza. Sabemos también que ningún sobreviviente de un campo de concentración sale a matar, violar y secuestrar, para luego regresar exhibiendo los cuerpos de sus víctimas como trofeos.
La retórica retorcida de esta carta es utilizada a menudo para justificar ataques terroristas contra instituciones judías dentro y fuera de Israel. Esperábamos más viniendo de miembros de la comunidad académica.
Es justo y razonable abogar por los derechos del pueblo palestino y criticar las políticas de Israel de manera honesta. Sin embargo, es inaceptable difundir y legitimar discursos de odio que obstaculizan cualquier discusión constructiva.