
Contribuir a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible implica reconocer el papel fundamental de la mujer para la reducción de la pobreza, la eliminación de todas las formas de hambre y malnutrición, y la transformación de los sistemas agroalimentarios en todo el mundo.
A escala mundial, las mujeres representan más del 37% de la mano de obra agrícola rural, proporción que se eleva al 48% en los países de ingresos bajos, y su contribución es destacada en todos los subsectores agrícolas.
Ellas constituyen cerca del 50% de los 600 millones de las personas dedicadas a la pequeña ganadería del mundo, y cerca de la mitad de la mano de obra de las pesquerías en pequeña escala; porcentajes que probablemente subestiman la contribución total de las mujeres a la agricultura en la medida en que su trabajo, a menudo sin remuneración, no siempre aparece reflejado debidamente en las estadísticas oficiales.
Partiendo de esto, la FAO siempre ha reconocido que las mujeres rurales y su acceso a los recursos y servicios productivos son fundamentales para garantizar que el sector rural rinda al máximo de su potencial, generando ganancias significativas para la agricultura, elevando la producción agrícola total y logrando la seguridad alimentaria y la nutrición para todas las personas.
En la pasada Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe (LARC 36) desarrollada en 2020, los países solicitaron que la Organización centrara su trabajo en la región en el sector agroalimentario y nutricional, las poblaciones rurales y el desarrollo sostenible, priorizando el fortalecimiento de los enfoques de género, para garantizar la participación activa y decidida de las mujeres en todas las esferas.
Dos años después de este encuentro, en el marco del Día Internacional de la Mujer, y a tan solo días de iniciar la 37ª Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe (LARC 37) resulta satisfactorio reconocer los importantes avances alcanzados en materia de género en el sector agrícola a nivel regional, pero además nos convoca nuevamente el reto de dar respuesta a los desafíos que persisten sobre este particular.
Sin duda alguna, los países han hecho grandes esfuerzos por contribuir a la disminución de las brechas de género. No obstante, y peses a sus esfuerzos, los impactos de la pandemia por COVID 19 y las amenazas naturales, ocurridas en los últimos periodos, agravaron la situación de pobreza, la inseguridad alimentaria y, por supuesto, las desigualdades sociales y de género.
Entre 2002 y 2019, el índice de pobreza femenina en el área rural de la región aumentó de 109 unidades a 110,4, y de 105,6 a 109 para la pobreza extrema. En este contexto desigual, las brechas de género se agudizaron significativamente durante 2020 con pérdidas de empleo que afectaron a las mujeres en mayor proporción que a los hombres. Estas circunstancias desafiantes también obligaron a la población a desplazarse aumentando el flujo migratorio.
Dar respuesta a esta realidad requiere tomar acciones claras e inmediatas que reduzcan la brecha entre las mujeres y los hombres rurales en el acceso a los recursos y servicios productivos; garantizar que las mujeres y los hombres tengan la capacidad de influir en la toma de decisiones, sobre programas y políticas; y hacer posible que las mujeres y los hombres rurales puedan aprovechar las oportunidades económicas para mejorar su bienestar individual y familiar.
La FAO ha reiterado su compromiso por ayudar a los países en el abordaje de los efectos de la pandemia por COVID-19 en los medios de vida rurales, fomentando sociedades equitativas a través de la inclusión económica de las mujeres rurales y su empoderamiento.
En este 8 de marzo, FAO hace un llamado nuevamente a todos los sectores para impulsar el crecimiento económico inclusivo mediante la reducción de las desigualdades de género; promoviendo políticas públicas, programas y proyectos en los cuales se garanticen los derechos de las mujeres, su acceso y control de los recursos y bienes, en igualdad de condiciones que los hombres.
Nuestro compromiso es impulsar desde nuestras iniciativas el empoderamiento de las mujeres, el fortalecimiento de su capacidad de organización y agencia, su acceso a servicios, tecnologías, oportunidades económicas y toma de decisiones. Así como también, contribuir a la eliminación de prácticas misóginas, machistas y excluyentes que solo perpetúan las desigualdades sociales y de género, en una sociedad que pide a gritos igualdad y justicia para las mujeres.
¡Sin la participación de las mujeres, no puede haber desarrollo sostenible!
El empoderamiento de las mujeres debe ser ahora. Solo así lograremos la verdadera transformación de nuestros sistemas agroalimentarios, haciéndolos más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, sin dejar a nadie atrás.
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