Sí es un gobierno del PAC

AFP PHOTO / Ezequiel BECERRA

Todos tuvimos ese primo ventajoso, malcriado y rajón, que les echaba la culpa a otros cada vez que se jalaba una torta. “Pobrecito, lo afectó mucho el divorcio“, decían las abuelitas. “Es que le hace falta un tata“, replicaban los abuelitos. Las tías más crueles detestaban tenerlo en casa y, toda vez que apareciera un adorno roto, lo responsabilizaban y armaban un escándalo; aun a pesar de que, no pocas veces, él fuera inocente. Y la tía que sí pudo entrar a la U, por su lado, elaboraba rebuscados argumentos piscologistas para justificar el carácter, digamos, díscolo de su sobrino rebelde.

Así se pasó la vida, a fuego cruzado entre la temeraria crueldad y la excesiva complacencia. Nunca se asumió. Nunca hizo nada. Y, al cabo de un tiempo, tuvo hijos que fueron como él.

El PAC se me parece mucho a ese primo.

No han pasado dos meses y el gobierno de Carlos Alvarado ya ha consolidado una nueva y eficaz narrativa exculpatoria.  Si Luis Guillermo Solís desarrolló un marco argumentativo en el que los gobiernos anteriores eran culpables de todo, Carlos Alvarado ha desarrollado uno en el que, paradójicamente, el presidente no es el presidente. Desde el culturalismo liberacionista (liberalismo cultural, izquierda erótica coolness neoliberal, etc.) hasta los sectores sindicales que marcharon el pasado 25 de junio, casi todo el arco ideológico coincide en que el gobierno del bicentenario, o el gobierno de unidad nacional, es cualquier cosa excepto un gobierno del PAC. Es, según apuntan, un gobierno de Rodolfo Piza.

En una entrevista publicada en Revista Paquidermo, José María Villalta dijo que “la gente votó por Carlos Alvarado, no votó por Rodolfo Piza, no votó por la derecha neoliberal de la Academia de Centroamérica, pero son ellos los que están controlando la política económica del gobierno y en buena medida, están controlando al gobierno”. Y hace poco más de un mes, Jorge Guardia lanzó este dardo en su columna de La Nación: “Alguien del PAC, cuyo nombre me reservo, reveló que al gabinete lo describe muy bien una quejumbrosa canción de Javier Solís: Entrega total”.

Así las cosas, Carlos Alvarado vendría a ser una suerte de gerente de responsabilidad social de La República que viste camisas de La Sele y se echa canciones de Pink Floyd en el gimnasio del Saint Francis; mientras que Piza, en otro ámbito simbólico y político, asume las labores duras.

Es el soft power vs el hard power.

En su fascinante libro, De alemanes a nazis, Peter Fritzsche arguye que el éxito del nazismo no fue un simple accidente ni una desafortunada deriva de la catástrofe económica. Tampoco, según dice, se trató de una profundización del antisemitismo, sino que obedeció a la construcción de una identidad política basada en el patriotismo y  el optimismo. Pero más allá de eso, lo que Frizche nos recuerda es que sí, que los nazis eran alemanes. No eran extraterrestres que habían sido implantados en Baviera para llevar a cabo una mala broma contra los terrícolas. Eran alemanes.  Aun a pesar de la vergüenza de los años cincuenta y las intentonas exculpatorias. Eran alemanes.

La analogía puede resultar poco, o nada, simpática. Lo sé bien. No obstante, tomo el riesgo:

Yo les diría a quienes insisten en decir que este no es un gobierno del PAC que, en realidad, este sí es un gobierno del PAC. Como lo fue el #Cementazo, los sobresueldos, el premio de Mauri, el aumento del desempleo y la quiebra de Bancrédito.

Si la sociedad costarricense sigue tragándose el cuento de que este no es un gobierno del PAC, entonces, al PAC (ese partido que hoy gana elecciones y pone ministros, presidentes ejecutivos, directores, secretarios, jefes de despacho, directivos y asesores) no lo vamos a sacar del poder de acá al mundial del TLCAN.

Ya pasó en el 2018: ante la fabricación de un demonio electoral (primero Desanti, luego Juan Diego Castro y, por último, Fabricio Alvarado), el electorado optó por la opción que más propendía al centro ideológico. Resulta que, en cuanto a sus preferencias electorales,  la sociedad costarricense puede ser volátil en un sentido partidario, pero no en un sentido ideológico-identitario.  Y eso, según parece, el PAC lo entendió mejor que nadie.

Estamos claros en que el acto de memoria tiene una dimensión teleológica. Recodar consiste en configurar en el presente un acontecimiento del pasado en el marco de una estrategia para el futuro, ya sea inmediato o a largo plazo. Eso explica que los alemanes, durante mucho tiempo,  hayan rehuido el fantasma del nazismo. Y también explica que el PAC hoy quiera desmarcarse de sí mismo.

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