He venido insistiendo en la búsqueda de alternativas viables y responsables para el desarrollo nacional.
Somos un país subdesarrollado, pero con enormes recursos naturales en nuestro suelo, como el petróleo y el gas natural, que representarían ingresos fiscales enormes que la Hacienda Pública podría utilizar responsablemente para potenciar el desarrollo económico y social nacional en diversas áreas.
No es cierto, como señalan los defensores del statu quo, que ello afectaría los avances que como país hemos tenido, en materia ambiental. Todos conocemos los enormes triunfos ambientales que han tenido muchos países, como Noruega, que han logrado explorar y explotar los recursos naturales, como el petróleo y el gas natural, con rigurosa protección ambiental y con grandes beneficios para la población. Con una supervisión efectiva del Estado, es posible mantener los controles sobre las entidades que, conforme con nuestra legislación sobre la materia, estén a cargo de este tema. Bien sabemos que la factura petrolera irá creciendo por muchos años más, y continuaremos pagando enormes sumas en impuestos a otros países, cada vez que adquirimos en el extranjero, los combustibles que requieren nuestra industria, agricultura, transporte y la población. Entonces seguiremos remitiendo, a otros países, enormes recursos financieros que mucha falta nos hacen, cuando bajo nuestros pies, se encuentran riquezas nacionales importantes.
Es necesario que, resguardando la riqueza natural en todas sus expresiones, podamos disminuir la compra de combustibles al exterior, y generar aquí recursos sanos, para, entre otras cosas, acelerar el paso hacia las energías renovables y limpias.
Las mentalidades estrechas y los grandes miedos a los radicales del ambiente, sin una visión de desarrollo sostenible, nos niegan la oportunidad de vivir mejor y de ofrecer a los ciudadanos más posibilidades de desarrollo. Que no sean las visiones obtusas y el terror a la innovación con responsabilidad, lo que nos mantenga aún más subdesarrollados.