Servir: el mayor acto de amor

» Por Karine Niño Gutiérrez - Diputada de la República

Los noticieros, nuestras redes sociales, nuestras calles nos recuerdan que cada año por estas fechas miles de católicos son conmovidos en su interior a dar pasos llenos de amor y de fe ya sea por la búsqueda de una respuesta, el cumplimiento de una promesa, una esperanza, un sueño o un simple gracias en el marco de la celebración del día de la Virgen de los Ángeles, una tradición que caracteriza nuestro país desde hace muchísimos años.

Cada uno de ellos y ellas es movido por un amor superior a alguien o algo, que se demuestra  mediante el esfuerzo de caminar cientos de kilómetros, este acto de amor merece una inmensa admiración y respeto, no cualquiera camina por poner un ejemplo, 272 km como Doña Leidy una madre de Coto Brus que llegó hasta la basílica en estado de embarazo, por amor a su bebé.

Al verlos es inevitable no recordar como en mi vida y con los años esos kilómetros a Cartago se llenaron de oraciones y plegarias que salían de lo más profundo de mi corazón, desde oraciones estremecidas por un espíritu sediento de un milagro ante la enfermedad que padecía mi papá, hasta oraciones repletas de gratitud por mi familia y la salud de mis hijos, por mencionar tan solo algunos ejemplos de lo que ha significado la romería y la fe en mi vida, una constante cadena de explosiones de amor.

Y es que al igual que en el ámbito privado de cada ser humano, nuestra sociedad en general no se compone únicamente de normas, leyes, reglamentos, sistemas o regímenes políticos, hay algo más, algo que es capaz de transformar y trascender, algo que impacta a sociedades como la costarricense, hablo del amor, ese amor genuino por lo nuestro y por los nuestros.

En cada rincón de Costa Rica hay cientos de historias dignas de contar, fotografías dignas de enmarcar, que son un reflejo de lo que es el amor por la patria, el amor por este país, amor que se manifiesta en formas tan distintas como nos podamos imaginar.

Por ejemplo, aquella maestra que se fue a una reserva indígena en Talamanca, que dejó a su familia, su comodidad, que aprendió un dialecto nuevo y se introdujo en una cultura distinta por su vocación para educar y formar mejores ciudadanos, o aquel enfermero que cambia sus horas de sueño por devolver las sonrisas a los rostros de aquellos que dieron en vida mucho, pero ahora los años y el abandono los llevaron a un asilo de ancianos, a la señora del barrio que desde su cocina contribuye con la asociación de desarrollo para obtener los recursos que les ayuden a construir una nueva plaza para los jóvenes de la comunidad.

Podría seguir enumerando tantos ejemplos como me lo permita el teclado, pero estos bastan para graficar en nuestras mentes formas de amar a Costa Rica, sin embargo, hay una más que quiero rescatar en estas líneas y en lo personal me identifica y es la política.

La política, aunque a muchos en ocasiones se les olvide y desvirtúen la esencia,  se fundamenta en el servicio, y el servicio es el  mayor acto de amor que existe.

“No se asusten por palabras pero en una Costa Rica ideal yo prefiero una Costa Rica Socialista en lo económico, y en lo ético, que es lo principal, yo preferiría una sociedad cristiana, por cristiana quiero decir inspirada por el amor al prójimo, es opuesta radicalmente a la sociedad animal de la destrucción, y en lo socialista una sociedad que produzca para llenar necesidades y no para acumular ganancias en manos de unos pocos”

Esta frase no fue dicha por un creyente, salió de un agnóstico, fue Don Pepe Figueres, tres veces presidente de nuestro país quien la dijo en uno de sus discursos. Esas palabras penetraron en mi interior, y hoy  son el espíritu que deseo impregnar a mi legislatura y la función pública.

Soy diputada por el PLN, soy católica desde que nací,  por mi religión y por convicción  entendí el principio del amor al prójimo como uno de los mandamientos más importantes del ser humano, y fue ese amor el que me trajo hoy a servir a mi país desde esta curul y eso no debe satanizarse el traer las mejores prácticas y valores de nuestras creencias a la función pública, esto no debe verse como algo dañino, al contrario debe ser una constante de quienes ostenten cargos públicos.

Pero ojo, esto no es sinónimo de mercadear con la fe, de gobernar con ignorancia desde la religión y mucho menos de usarla como mecanismo electoral, eso no es,  yo hablo más bien de valores, de servir con el corazón y de procurar el bienestar de la mayoría.

Por eso en el marco de este gran ejemplo de amor que nos demuestran miles de costarricenses que llenan nuestras calles de fe en esta romería, es que hago un llamado a todos y todas independientemente el credo, llámense judíos, budistas, musulmanes, cristianos evangélicos, católicos, testigos de Jehová, ateos, agnósticos o cualquier otro, para que este acto nos inspire a dar una milla extra de amor, por nuestro país, por nuestra gente, por nuestras comunidades,  para que juntos construyamos una base sólida  llena de amor, respeto, tolerancia y servicio que afirme nuestra patria.

Que ese legado en el que hoy trabajamos desde cada espacio donde estamos, que esa herencia que forjamos  para nuestros hijos y las generaciones futuras, sea agradable, valioso y sobre todo que dignifique su calidad de vida.

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