Se debe prevenir la violencia en los jóvenes

Silvia Sanchez, diputada del PLN.

La violencia y la criminalidad son hoy los fenómenos sociales y políticos más discutidos en nuestro país, son objeto permanente de información a través de los medios de comunicación.

Las condiciones de desempleo y de deterioro de la familia imponen desigualdad, pobreza, y propician en gran medida el desarrollo de conductas agresivas.

Al referirnos a la violencia que afecta y que vincu a adolescentes y jóvenes, se señala las formas de violencia que impactan en su desarrollo y que guardan relación con el tipo de comportamientos violentos que van a ejercer contra sí mismos y otros.

Es lamentable la cantidad de casos en donde las personas jóvenes son autores o víctimas de la violencia.

Para prevenir la violencia, es preciso abordar los dos principales contextos educativos de las personas jóvenes como lo son la familia y la escuela en ese orden, junto con una propuesta de intervención que también incluya a las comunidades.

Los programas de prevención deben de responder a los factores de riesgo previamente identificados y al entorno social de las personas jóvenes.

Sin embargo, ¿qué esperanzas puede tener un joven en la actualidad? Si sus oportunidades y posibilidades de progreso están limitadas.

¿Qué palabras de aliento podemos dar a las y los jóvenes, cuando el sistema les niega espacios en la política, en la economía y en el activismo social?
¿Qué esperanza le queda a un joven, si tiene que enfrentar en algún momento el hambre, la pobreza, la inseguridad, la delincuencia, el narcotráfico y las condiciones de vida desiguales de nuestra sociedad?

La juventud de nuestro país merece que le propiciemos las condiciones para construir su bienestar y el de su entorno, para ser los protagonistas de una cultura de paz.

Aunado a lo anterior, tenemos otra problemática asociada a esta situación, como lo es el número creciente de personas jóvenes que ingresan en las salas de emergencias de los hospitales por lesiones autoinfligidas.

Durante el año anterior, un total de 138 jóvenes menores de 35 años decidieron quitarse la vida en nuestro país.

La cifra es alarmante y nos debe causar preocupación, pues en teoría este sector de la población está lleno de vida y con grandes metas por cumplir.
Tal y como lo dio a conocer un medio de comunicación en días anteriores, durante el año 2015 se suicidaron 328 personas en total, de las cuales el 84% fueron hombres y el 16% correspondió a las mujeres

Además, según un análisis reciente del sistema de vigilancia epidemiológica de la Caja Costarricense de Seguro Social, durante las primeras 20 semanas de este año, se presentaron 840 eventos de este tipo: de los cuales el 62% corresponde a mujeres y el grupo de edad más afectado fue el de 20 a 39 años, tanto en hombres como en mujeres.

Los mecanismos de autolesión más frecuentes fueron envenenamientos causados por medicamentos y otras drogas corresponden al 46% de los casos y otros mecanismos no especificados equivalen a un 32%; seguido por lesiones causadas por arma blanca e intoxicaciones con plaguicidas.

Por lo general, se trata de personas que presentan una depresión grave; otros trastornos del estado de ánimo, esquizofrenia; ansiedad y trastornos de la conducta y la personalidad; impulsividad; inclusive una sensación de desesperanza.

Es necesario que los Ministerios de Educación y de Salud, así como la CCSS e instituciones vinculadas coordinen para realizar campañas de prevención que detecte esta conducta en las y los jóvenes.

Como legisladora estoy consciente que la juventud atraviesa por grandes desafíos y problemáticas que no están siendo abordadas.

Es necesario definir y ejecutar acciones para prevenir la violencia y la delincuencia juvenil, proponer reformas a la legislación vigente que se consideren necesarias para mejorar la seguridad ciudadana, reducir la criminalidad y la violencia en las personas jóvenes, así como la puesta en marcha de políticas de prevención, estrategias y acciones que sean efectivas y sostenibles para nuestras juventudes

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