Reforma del Estado un proceso urgente

» Por Luis Fernando Allen Forbes - Director ejecutivo Asociación Salvemos El Río Pacuare

En muchas democracias contemporáneas, el debate sobre los privilegios políticos ha dejado de ser un tema marginal para convertirse en una preocupación central de la ciudadanía. La distancia entre la clase política y la población se agranda cuando quienes ocupan cargos públicos gozan de beneficios que no siempre se justifican por las responsabilidades que asumen. Esta percepción erosiona la confianza en las instituciones y alimenta la idea de que la política funciona para unos pocos.

Entre los privilegios más cuestionados se encuentran las pensiones especiales, los salarios desproporcionados, las dietas y viáticos excesivos, la falta de mecanismos estrictos para rendir cuentas y la existencia de fuero o inmunidad que, en ocasiones, se interpreta como una vía para evadir responsabilidades.

No obstante, en medio del creciente descontento ciudadano hacia la clase política, resulta inevitable abordar el tema de los privilegios que, año tras año, generan indignación y alejan aún más a la población de sus instituciones.

Las pensiones especiales, muchas veces ajenas a las reglas que rigen al resto de la población, representan una desigualdad difícil de justificar en un contexto donde el sistema público de pensiones enfrenta presiones crecientes.

Los salarios desproporcionados, por su parte, colocan a algunos funcionarios muy por encima del ingreso promedio nacional, alimentando la percepción de una élite política desconectada.

Asimismo, las dietas y viáticos excesivos, en ocasiones sin controles estrictos ni rendición de cuentas, refuerzan la idea de que ciertos cargos públicos se han convertido en espacios de beneficio personal más que en posiciones de servicio.

La legitimidad democrática no solo se construye con votos, sino con coherencia, responsabilidad y un uso justo de los recursos públicos. La ciudadanía espera y merece un liderazgo político que predique con el ejemplo.

Abordar estos temas con madurez y sin estridencias es esencial para avanzar hacia una reforma del Estado que fortalezca la confianza de la ciudadanía. Esto implica revisar estructuras, actualizar normas y promover una cultura de transparencia donde el servicio público sea entendido como una responsabilidad y no como un espacio de privilegios excepcionales.

La democracia se sustenta no solo en la participación electoral, sino también en la percepción de justicia, igualdad y coherencia entre lo que se exige a la ciudadanía y lo que se practica desde el poder. Por ello, la revisión de estos privilegios no debería verse como un ataque a la función política, sino como un paso necesario para consolidar instituciones más fuertes, modernas y legítimas.

En definitiva, discutir sobre los privilegios políticos no es un ataque a la democracia, sino un ejercicio necesario para fortalecerla. La ciudadanía exige un Estado más eficiente, más transparente y más justo, donde quienes ejercen el poder lo hagan con responsabilidad y no con beneficios injustificados.

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