No hay condiciones para ningún golpe de estado
Empiezo diciendo que lejos de ver una catástrofe derivada de un golpe de estado, sea contra el presidente como lo dice él, o contra la institucionalidad del país como lo dicen otros, lo que observo es una enorme oportunidad para poner fin, a la desidia de las dirigencias políticas que han postergado y siguen postergando los graves problemas que se han acumulado en las últimas décadas. Quizás teníamos que llegar a esta situación para entender, que ya no es posible seguir por ese camino.
En mi opinión no existen hoy las condiciones en Costa Rica para ningún golpe de estado ni fáctico, ni de ningún otro tipo. Quizás haya algunos amagos de violencia y punto.
Lo que sí hay, es una devaluación de la convivencia política y social que es preciso atender con responsabilidad, porque amenaza nuestra forma de vida. También existe una pasmosa ausencia de comprensión de muchos actores de la clase política de todos los partidos, para entender la nueva realidad, la nueva cultura, los nuevos símbolos y referentes, y con ello, las nuevas necesidades que demanda la población y las reformas profundas que el país necesita.
Resulta también evidente el mantenimiento de los egos de líderes y cofradías partidistas así como de intereses de algunos sectores sociales y organizaciones empresariales, que se les hace difícil poner la patria en que nacimos como la gran prioridad.
Hay que ver las causas y no solo los efectos
El presidente y en general su gobierno representan el efecto de un conjunto de causas que han comprometido la estabilidad del país. Chaves es el apellido, pero pudo haber sido Juan Pérez. Lo realmente significativo es centrarse en las causas que llevaron al mensajero al poder, y que a su vez lo sostienen con apoyos importantes de sectores de la población.
Lanzar diatribas solamente contra el mensajero, es decir contra el efecto, y no entender que lo más importante es lo que se esconde tras ese fenómeno, es sencillamente un error político que puede costar muy caro. El mensajero puede desaparecer, pero si las causas permanecen y se siguen agravando, los problemas nacionales se harán más profundos y entonces si podría haber un ruptura muy peligrosa.
Una oportunidad de reconstruir el país
En consecuencia; lo primero que debemos entender, es que el momento no representa solamente y únicamente una amenaza, sino también y esencialmente una oportunidad de mejoramiento sustancial. No se trata solamente de combatir las amenazas, sino de proponer salidas que vayan más allá del proceso electoral que nos toca las puertas. Eso dependerá obviamente de la calidad de las dirigencias, partidos y organizaciones, de sus propuestas, y de la sociedad en general para impulsar los cambios que urgen. Ahí está el verdadero meollo de la gran refundación que necesitamos.
Como muchos costarricenses he seguido de cerca los acontecimientos políticos del país y del mundo. Poco he opinado, pero me resisto a creer que la salida sea tan simple, como proseguir la mera confrontación contra un personaje, o de ese personaje contra actores políticos del pasado y del presente. Ese paisaje político no lo puedo comprar. Las corrupciones, las avaricias, la falta de idoneidad, las culpas, las conductas delictivas, las decisiones contra la ética, el cinismo y demás, se ven en las pantallas tanto del pasado como del presente. En el fondo todos somos culpables porque solo vemos los males en el ojo ajeno, y no tenemos la hidalguía para hacer nuestra propia introspección. Hace tiempos que ni los líderes, incluyendo los actuales, ni los partidos tienen la capacidad de hacer autocrítica, y por eso repiten los errores.
Quizás sea cierto que los pueblos eligen y tienen los gobernantes que se merecen. Los problemas van más allá de los gobernantes. Formar líderes y ciudadanos críticos, activos y conscientes es una enorme necesidad en el camino de reconstruir el país. Por eso he insistido muchas veces que los problemas que vivimos, no son solo jurídicos, ni meramente políticos, sociales, económicos o ambientales, sino también culturales, propios de una sociedad que está muriendo y otra que ya prácticamente nació y que se instaló con nuevos paradigmas y valores.
La singularidad del momento
Por supuesto, que no se trata de evadir la realidad política que tiene el país. Ciertamente esa realidad es muy singular tanto por las formas como por el fondo. Por las formas, porque nadie imaginaba el lenguaje irrespetuoso, soez, burlesco, y de confrontación permanente proveniente del Ejecutivo contra personajes e instituciones, el cual también se contesta con formas similares por algunos dirigentes políticos y miembros del Congreso de la República. Tampoco nadie pensó que desde casa presidencial salieran llamados de violencia, y de usar las armas para defender al Presidente. Pocos imaginaban además que las redes sociales con mensajes pagados e interesados de los grupos en pugna, muchas veces contrarios a la verdad, se convirtieran en una lucha cansina y estéril por ganar las batallas.
Por el fondo lo que se observa, es que nada realmente transformador ha sido debatido ni decidido en la arena política en beneficio de los habitantes en las últimas administraciones, ni tampoco en la presente. En ese sentido estos cuatro años serán también años perdidos en la historia nacional, pues ha habido una ausencia de propuestas sostenibles y estructurales para enfrentar la turbulencia. Lo poco que se ha hecho, no pasa de ser remiendos y parches. Nada significativo por el fondo. Se sigue administrando, no transformando el país hacia niveles superiores de civilidad y prosperidad.
Es una lástima que el capital político del Presidente no haya sido usado para liderar por medio del diálogo respetuoso y productivo, las grandes transformaciones que requiere el país. Si eso hubiese ocurrido, quizás la Asamblea Legislativa y otros poderes del Estado hubiesen puesto la emisora en la misma sintonía en un gesto colaborativo.
Salirse del modo reactivo
Frente a la singularidad del momento, hay que salirse del discurso fácil y reactivo de muchos que pasan contestando diariamente al Presidente, y a su vez del Presidente que lanza todos los miércoles una censura a quienes piensan diferente o le refutan sus gestos y discursos. Seguir actuando en función de esa dinámica bilateral de favor y en contra, es un error político, y sobre todo una pérdida de tiempo. Caer en la trampa de esperar qué dice aquel para reaccionar yo, es entrar en el juego perverso de la política. Ese modo reactivo no sirve para construir nada bueno para el país. Por eso vemos que las semanas y los meses pasan, y el conflicto más bien sigue y se profundiza. Es un círculo vicioso nada edificante y por tanto políticamente estéril. Así no se construye un país.
Además en ese terreno se evade la realidad, se construyen falsas verdades, se magnifican los acontecimientos, se aumentan los miedos, y hasta se asusta a amplios sectores de la ciudadanía.
Hay gente que pierde la serenidad del análisis, la comprensión holística de los fenómenos y acontecimientos políticos y cae en la impaciencia patológica, y sin darse cuenta termina contribuyendo y reproduciendo con sus mensajes a fomentar odios, violencia, enfrentamientos personales, desarreglando más las cosas. Mejor nada con el hígado, todo con las neuronas.
En política responder y diferir de los discursos y palabras del adversario o del líder no es nada indebido. Sin embargo lo malo es pasar haciendo eso todo el tiempo sin aportar nada positivo adicional.
Apostar al modo constructivo
Quienes piensen que los problemas se resuelven cambiando solamente un gobierno y un Presidente por otro, están equivocados. La lucha no es simplemente de quítate porque voy yo. Tampoco el mero eslogan del cambio de partido es suficiente. Esa palabrita se vendió en el 2014, en el 2018, y en el 2022 y parece que nada ha mejorado, pues el cambio no ha logrado superar hasta hoy la retórica de las palabras.
El país padece problemas tan graves que hay que apuntar como lo he venido diciendo desde tiempos atrás, a realizar reformas estructurales profundas, cuya ejecución requiere más voluntades que las de un Presidente y un nuevo gobierno.
Entre muchas otras cosas por hacer, debemos construir un nuevo sistema sostenible de pensiones, una nueva organización política y administrativa que profundice la democracia, un nuevo paradigma de educación, un escenario de convivencia inteligente en armonía con el nuevo mundo de la inteligencia artificial, un sistema de justicia ágil y vigoroso, una hacienda pública sin discriminaciones que sirva para fortalecer la economía, no para sangrarla, un estado en función de la gente, y no la gente en función del estado, un sistema de seguridad que ojalá algún día, en lugar de más cárceles y presos tengamos menos cárceles y más buenos ciudadanos educados, un gran sistema de transporte público en el GAM, en fin hay decenas de propuestas de fondo que los personajes y las dirigencias políticas deberían colocar en el terreno político para fortalecer el debate y las decisiones acerca del país que queremos y debemos construir.
Hay que salirse entonces del marco reactivo y destructivo y apostar a los mensajes constructivos, aquellos que tienen que ver con una visión de país, y en especial con la política de lo concreto, que es la que atiende a los problemas de los habitantes de carne y hueso. No hay nada más sostenible en política, que la docencia y el ejemplo político. Hay que inspirar más a la gente en lugar de aspirar a tanto poder.
La quejadera, el insulto, la mera componenda electoral sin propósitos país, podrán ser en el mejor de los casos, paliativos de batallas ganadas, pero jamás la medicina que necesita Costa Rica. Tenemos que ser positivos y apostar a la construcción de un nuevo hogar, a refundar política, legal y éticamente el país que soñamos. Eso solo es posible generando alianzas no solo para ganar elecciones, sino sobre todo para unir esfuerzos, ideas y propuestas viables e inteligentes para construir una nueva Costa Rica.
Hoy más que nunca las alianzas que se formen deben de tener la grandeza de superar los colores e intereses partidarios, y concentrar las energías en aspectos de fondo, y no tanto en el transitar pasajero de los personajes políticos. No es inteligente que los grandes problemas del país permanezcan y no se resuelvan, mientras vemos desfilar cada cuatro años personajes políticos saturados de luces cortas y hasta de problemas emocionales.
Tiempos de sabiduría y serenidad
Sin embargo, no hay que ofuscarse. Tampoco impacientarse. Nada de eso significa indiferencia. El ADN del costarricense promedio está lleno de libertad y de espíritu democrático. También nuestras fuerzas de seguridad.El momento demanda líderes políticos y de organizaciones con mucha sabiduría para guiar procesos y la toma de decisiones. En el 2026, la nueva Asamblea Legislativa será más importante que el nuevo Presidente. Por Dios, presenten los partidos los mejores hombres y mujeres para avanzar en la construcción histórica que requiere el país. ¡Qué gran responsabilidad la que tienen!
Mientras tanto nosotros los ciudadanos no comamos cuento de nadie, ni de un lado ni de otro. Seamos críticos, pero siempre respetuosos y constructivos.
Hay que tener claro que la defensa de la institucionalidad y de la democracia, así por así, como mero eslogan publicitario, no tiene sentido, si ese modelo político no llena las necesidades de la gente. Hay que ser también honestos. Vivimos con muchas instituciones que no dan la talla, desfasadas y burocratizadas, convivimos con poderes estatales desde el Ejecutivo, el Legislativo, hasta el Judicial que no están cumpliendo su misión. Seamos sinceros. Esas realidades no las podemos obviar.
Pero entendiendo eso, la sabiduría deviene que el enorme reto no es destruir las libertades, ni la democracia, ni los derechos humanos, ni dejar que una sola persona tenga el control de la institucionalidad, de nuestra libertad, de nuestros bienes, de nuestros hijos, en fin de nuestro destino. La hermosa e inteligente y noble tarea, es más bien examinar con cuidado lo que no está bien, para sustituirlo o mejorar y fortalecer la institucionalidad, así como vigorizar un sistema político que sea garante de una democracia de alta intensidad.
Costa Rica tiene todavía talento humano y patriotas para ese gran esfuerzo nacional.
En resumen, leamos bien lo que está ocurriendo.
Los momentos difíciles nos están diciendo: paremos aquí la destrucción de Costa Rica. El pasado ya pasó. Ahora hay que aprovechar la coyuntura. Vayamos a las causas más que los personajes. La crisis que tenemos es nuestra gran oportunidad.
Con diálogo, prudencia, inteligencia, sabiduría y sin dogmatismos, aprovechemos esta etapa para edificar un país más justo, más democrático, con una institucionalidad más eficiente al servicio oportuno de la gente.
No hagamos de la política nacional un pleito contra el presidente, aunque el presidente se siga peleando contra todos y contra su propio ser interior. La pelea de fondo es contra los problemas que tiene el país.
Trabajemos por superarlos. Esa es la actitud responsable y políticamente correcta que debemos asumir.