A propósito de la convulsión social y la agudización de la violencia y el sabotaje que estamos viviendo los costarricenses, antítesis de nuestro sistema democrático-republicano y de nuestras tradiciones de civismo, el pueblo temeroso, desilusionado, profundamente preocupado y con visible cansancio, clama por que las partes en conflicto, sindicatos y gobierno, cedan parte de sus pretensiones y le den al pueblo una pronta, razonable y definitiva solución democrática, ante los serios daños que la huelga indefinida está causando en nuestro diario vivir, a quienes necesitan y quieren trabajar y a la economía de los pequeños y grandes empresarios, lo que repercute negativamente en las finanzas del país.
La gente entiende el derecho constitucional a la huelga, a manifestarse pacíficamente, y tiene grandes y justificadas preocupaciones por el aumento del costo de la vida, por cierto ya alto; empero no está de acuerdo con los bloqueos, la violencia, los saqueos en comercios y el sabotaje dañoso, que violentan derechos fundamentales de quienes no están en huelga: libre circulación, al trabajo, la salud, la paz, por ejemplo.
Ante este oscuro e incierto panorama nacional, estimo oportuno hacer las siguientes consideraciones, con la esperanza de que nos ayuden en la reflexión sobre lo que está sucediendo: hemos abrazado, en buena hora, la Democracia como una forma de vida, de gobierno. Y si nos apartamos del concepto procedimental de esta, muy propio del TSE, y nos ubicamos en su concepción sustantiva, pienso que podríamos tener mayor claridad y firmeza en nuestras posiciones, críticas o alabanzas, respecto a lo que estamos viviendo lastimosamente. En lo sustantivo, la Democracia se alimenta primordialmente de la observancia y el respecto de los Derechos Humanos y con el curso y manejo de la huelga se han lesionado, violado, derechos esenciales del ser humano. En Democracia, entonces, priman valores como la humildad, que escasea; la tolerancia, que se agota; el respeto a la dignidad de la persona humana, que se olvida; la libertad, solidaridad, justicia social, equidad, igualdad, inclusión y el bien común, muy ausentes en esta crisis, para citar algunos que han estado presente en el diario vivir de los costarricenses.
Junto a lo anterior, en Democracia tenemos otros fundamentos que nos pueden retornar a la normalidad: diálogo, negociación, concertación, discusión pacífica como sustitución de la violencia y la imposición de uno u otro, el concepto de libertad política, no libertinaje, y de igualdad en las oportunidades, ambos fundamentos asegurados con el principio democrático de la mayoría, sin desatender derechos de las minorías. En esencia, paz no es igual a lucha, violencia; derecho no es igual a fuerza, a imposición. En este enfoque, Alf Ross, explica que todo aquel que prefiere la Democracia, privilegia la paz y el derecho por sobre la lucha y la fuerza. Y esta predilección ha caracterizado a la enorme mayoría de los costarricenses.
Hablando de derecho, retomemos el concepto de República, como lo es la nuestra, que se fundamenta en el imperio de la ley – Estado de Derecho -, la que le da origen el orden jurídico en sociedad. Orden que está siendo alterado en perjuicio de la gran mayoría de los costarricenses: nuestros niños y jóvenes están privados del derecho a la educación; las personas enfermas están siendo privadas de los servicios esenciales de salud, por los que tienen derecho y pagan; la propiedad privada irrespetada, el comercio afectado, porque la gente tiene miedo de salir, quiere economizar combustible y dinero frente a la crisis y la irresolución; los productores están perdiendo millones de colones al no poder trasladar y entregar sus productos; el turismo se disminuye y el país es desacreditado en el extranjero y el fisco, por todo ello, también recibe menos ingresos. Es decir, todos estamos perdiendo porque el orden social y el jurídico están siendo alterados peligrosamente. Y el cielo nacional sigue nublado.
Esperemos que la rigidez que percibimos este día en los actores opuestos, sea sustituida por la flexibilidad, la humildad, la búsqueda del Bien Común, al poner primero los intereses y las necesidades del pueblo.
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