¿Quién es el mejor amigo del hombre?

No recuerdo desde cuando, ante la pregunta anterior, pero sí y siempre he escuchado como respuesta: “El perro, es el mejor amigo del hombre” (¡también de la mujer, ah!), el problema de género como siempre) Cuando me pregunto ¿por qué?, lo achaco a la inteligencia o fidelidad, de este animalito o animalón si es un Rottweiler.

Inclusive hay muchas personas que lo consideran su único amigo, producto que es leal, guardián, acompaña a aquellos y aquellas que en la mañana salen a correr para “bajar algunas libritas, tratando de reducir el colesterol” y el pobre perro – al cual no le consultan – con la lengua casi rozándole el piso, entre otras cualidades.

Desconozco si el último censo realizado en nuestro país se contaron cuántos perros per cápita hay en cada casa, pero basta que usted pase por una calle, cualquiera sea, peor si es usted motorista y ahí salen manadas de canes, tratando de morderle, la “canilla”, lo cual nos válida, de que sentimos amor por los perros, aunque sean hermosos, de “marca”, o aquellos que no por ser los más corrientes, nos avisan con sus ladridos, que hay alguien cerca de la morada.

En contraposición a todo lo anterior, y con el decursar del tiempo nos hemos visto casi obligado al uso de nuestro común amigo: el diccionario. Cuenta la Historia que el primer diccionario de la historia universal fueron unas tablillas de arcilla de la época sumeria encontradas en Nínive y que fueron del rey Assurbanipal, el cual contenía una lista de vocablos para denominar objetos y cosas.

En el caso del denominado primer diccionario occidental lingüístico propiamente dicho lo creó el griego Apolonio, un filósofo del siglo III antes de Jesucristo; lo tituló Lexicón y fue utilizado por Homero para escribir La Odisea y La Ilíada; pero el autor del primer diccionario en español fue Sebastián de Covarrubias en el siglo XVII y en el XVIII la Real Academia Española de la Lengua editó el primer diccionario de la Academia.

Pero, ¿por qué situar a éste preciado documento, superior al perro? se preguntará usted. Cuando escribimos, yo, usted y tenemos duda de una palabra mal escrita o donde no domino a cabalidad el significado de la misma y desgraciadamente no poder traerme en ese momento a mis ex compañeras en la disciplina de Español, recurro a mi amigo: el diccionario.

A veces participo en reuniones donde se cuestionan conceptos o definiciones, que suelen “derrumbar” esfuerzos hechos, donde no dudo que exista una buena intención pero que, a la larga, el mejor juez será: el diccionario. Me queda claro, amigos lectores, que el diccionario no ladra en caso de un posible agresor, no le muerde la “canilla” a nadie que pase próximo a su territorio, pero si es leal, nos enseña, nos educa, nos permite emitir criterios sólidos de estar claro de un concepto o significado, de una palabra correctamente escrita. Luego, para concluir les propongo que, de ahora en adelante, cuando su perro esté bajo sus pies, como señal de lealtad, con una mano dele un cariñito sobre el lomo del can y con la otra consulte al diccionario, ante cualquier duda.

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