¡Qué coman pasteles!: gritó el rector

En un acto de auténtico liderazgo y responsabilidad fiscal, el presidente Rodrigo Chaves ha presentado un presupuesto nacional que ha dejado a muchos atónitos, pero por las mejores razones. Este presupuesto, lejos de perpetuar la espiral del despilfarro, se atreve a lo que pocos se habían atrevido antes: reducir el gasto público para enfrentar de manera decidida una deuda histórica, una carga que ha sido legada, con la misma indiferencia y desvergüenza de siempre, por los gobiernos de Liberación Nacional no dejemos de recordar la gesta HEROICA de gastar miles de millones en la crisis del 08 por parte de Oscar Arias. Porque, ¡ALAS! siendo realistas, si Costa Rica fuera una familia, ya estaríamos todos empeñados hasta el cuello, con los muebles en la acera y el perro pidiendo asilo en la casa del vecino.

Los liberacionistas, esos grandes arquitectos del desastre económico, han estado al mando de la piñata durante décadas, convirtiendo el erario público en una fiesta interminable, donde los invitados de honor han sido, sin falta, las ocurrencias populistas y los bolsillos privados. Recordemos, con la nostalgia que solo el sarcasmo permite, cómo la administración de Luis Alberto Monge en los años 80s cimentó la costumbre de endeudar al país hasta el infinito, con préstamos internacionales que nos dejaron más enganchados que adolescente con tarjeta de crédito. Y qué decir de la época de Óscar Arias, el Nobel de la paz que, con el TLC bajo el brazo, nos vendió la ilusión de la prosperidad a cambio de un endeudamiento que aún hoy pagamos a un precio que ningún premio puede justificar.

Ahora bien, ante este presupuesto austero, los rectores universitarios han salido a reclamar como si el mismo Trono de Hierro les fuera arrebatado. ¡Qué trágico ver a estos reyes de la academia, encaramados en sus torres de marfil, tan desconectados de la realidad como lo estaba María Antonieta en su palacio! Cuando se les habla de reducir el gasto, de optimizar recursos, de hacer más con menos, su respuesta no podría ser más anticuada: “¡Qué coman pasteles!” Y no cualquier pastel, sino aquellos bien glaseados, que se compran con partidas específicas y presupuestos inflados. Porque para ellos, al igual que para la desafortunada reina, el hambre del pueblo, esa “Señora de Purral” que lucha por pagar sus recibos a fin de mes, es un concepto abstracto, algo que no cabe en los pasillos de la Rectoría, como hacer que Garnier y su melena comprendan que existe una Costa Rica que no es Los Yoses.

Lo que estos monarcas de la educación no entienden es que la efectividad no se mide en la cantidad de dinero que se gasta, sino en los resultados. Es un mito pensar que más presupuesto equivale a mejor educación. Países como Finlandia han demostrado que la calidad educativa no depende del despilfarro, sino de la gestión inteligente de los recursos, de la formación adecuada de los docentes, y de un enfoque en la enseñanza que prioriza el bienestar y el desarrollo del estudiante por encima de la burocracia.

Así que, cuando estos señores del saber se retuercen en sus tronos, proclamando que sin más fondos sus reinos caerán en el caos, es preciso recordarles que la austeridad no es una sentencia de muerte, sino una oportunidad para reinar con sabiduría y justicia. Quizás es hora de que nuestros rectores, al igual que María Antonieta, aprendan a entender las verdaderas necesidades del pueblo, antes de que el pueblo, harto de sus excesos, les retire la corona que tanto defienden.

Mientras tanto, la “Señora de Purral” sigue adelante, haciendo malabares con su salario, sin que los banquetes académicos le quiten el sueño. Al final del día, es ella quien, con su esfuerzo y sacrificio, sostiene a este país. Un país que, gracias a un presupuesto nacional que busca salir del abismo, tiene una oportunidad, aunque sea pequeña, de evitar la guillotina financiera que Liberación Nacional ha dejado como herencia.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

Últimas noticias