En una época en la que los titulares a menudo oscurecen la verdad y los filtros partidistas distorsionan el debate público, es esencial detenerse y examinar el recorrido completo de una presidencia que desafió convenciones y entregó resultados. El mandato del presidente Donald J. Trump no estuvo marcado por el caos que muchos medios retrataron, sino por una serie de logros concretos —tanto en el ámbito nacional como internacional— que promovieron la paz, la prosperidad y la soberanía.
Una presidencia sin guerras — y con acuerdos de paz
En un mundo frecuentemente definido por el conflicto, Trump se destacó. Fue el primer presidente moderno de EE. UU. en completar un mandato sin iniciar una nueva guerra. En cambio, apostó por la diplomacia con audacia y claridad. Los Acuerdos de Abraham —tratados históricos entre Israel y países árabes como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos— transformaron el Medio Oriente sin disparar una sola bala. Además, redujo la presencia militar estadounidense en Afganistán, Irak y Siria, marcando un giro hacia la contención estratégica. Su administración también desempeñó un papel clave en la mediación de treguas en conflictos regionales como Armenia-Azerbaiyán y Serbia-Kosovo.
Fronteras, soberanía y Estado de Derecho
En el ámbito interno, Trump convirtió la seguridad fronteriza en una prioridad nacional. Se construyeron o reforzaron más de 450 millas de muro fronterizo, fortaleciendo la seguridad nacional y restaurando el orden en un sistema migratorio colapsado. Políticas como “Permanecer en México” ayudaron a reducir el fraude en solicitudes de asilo y a garantizar que los procesos migratorios respetaran tanto los derechos humanos como la ley. A pesar de la distorsión mediática, su administración trabajó para proteger a los menores y reunificar familias —un desafío heredado de gobiernos anteriores.
Auge económico e independencia energética
Antes de la pandemia global, la economía estadounidense vivía un auge. El desempleo alcanzó mínimos históricos, especialmente entre afroamericanos, hispanos y asiáticos. Los recortes fiscales y la desregulación impulsaron el crecimiento de pequeñas empresas. Y por primera vez en décadas, Estados Unidos logró la independencia energética, convirtiéndose en exportador neto de petróleo y gas —un hito con profundas implicaciones para la seguridad nacional y la estabilidad económica.
Un legado judicial duradero
El impacto de Trump en el poder judicial federal se sentirá por generaciones. Nombró a tres jueces de la Corte Suprema y a más de 200 jueces federales, reconfigurando los tribunales con un enfoque en el constitucionalismo originalista. Su administración defendió con firmeza la libertad de expresión, la libertad religiosa y el derecho a portar armas, enfrentando la censura y el exceso de poder de las grandes tecnológicas.
Un líder que sirvió, no que se enriqueció
A diferencia de muchos políticos de carrera, Trump renunció a su salario presidencial, donando los $400,000 anuales a departamentos federales como Asuntos de Veteranos, Salud y Servicios Humanos, y Parques Nacionales (Reuters). Gobernó por convicción, no por beneficio personal.
Frente a una avalancha de demandas legales —que muchos consideran motivadas políticamente— ha recurrido a fondos personales y donaciones de campaña para cubrir sus gastos legales, sin recurrir al dinero de los contribuyentes. Un contraste marcado con otros funcionarios que sí utilizan recursos públicos para su defensa.
Enfrentando al comunismo y al autoritarismo global
La política exterior de Trump fue abiertamente contraria al comunismo y al autoritarismo. Enfrentó al Partido Comunista Chino por prácticas comerciales desleales, robo de propiedad intelectual y violaciones a los derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong. Reimpuso sanciones a los regímenes comunistas de Cuba y Venezuela, y respaldó a líderes opositores democráticos como Juan Guaidó. Se retiró del acuerdo nuclear con Irán, impuso sanciones y eliminó a líderes terroristas como Qassem Soleimani. Incluso con Corea del Norte, apostó por la diplomacia mediante cumbres históricas que redujeron tensiones.
Su Estrategia de Seguridad Nacional 2025 enfatiza la “paz mediante la fuerza”, el combate a la influencia autoritaria y la restauración de la soberanía estadounidense (Brookings).
El punto ciego de los medios
A pesar de estos logros, gran parte de los medios tradicionales se negó a informar con objetividad. Las buenas noticias fueron ignoradas o tergiversadas. Las cadenas internacionales —omnipresentes en aeropuertos y espacios públicos— amplificaron narrativas sesgadas, mientras minimizaban los avances diplomáticos y económicos. El estilo directo de Trump, especialmente en redes sociales, fue una respuesta a este desequilibrio: una forma de hablarle sin filtros al pueblo estadounidense.
Un llamado a la honestidad periodística
Este no es un llamado a la idolatría, sino a la verdad. El pueblo estadounidense —y el mundo— merecen conocer la historia completa. El legado de Trump no está exento de controversia, pero tampoco de méritos. Su administración trajo paz donde otros prometieron guerra, prosperidad donde hubo estancamiento, y principios donde antes hubo retórica vacía.
Es hora de que los medios superen la polarización y recuperen la integridad. La historia juzgará a cada presidencia —pero debe hacerlo con hechos, no con filtros.