Para salvar la Caja hay que pensar fuera de la Caja

Evidentemente me refiero a la Caja Costarricense del Seguro Social y de segundo a la conocida metáfora del pensamiento creativo no convencional; y aclaro que este comentario pretende apenas proponer una perspectiva que aunque no es nueva, representa un enfoque distinto al abordaje común.

La CCSS es uno de los buques insignia de la nacionalidad costarricense. No hay manera de rebajar su importancia. De hecho, una de varias explicaciones sobre por qué en Costa Rica no estalló una convulsión social como las que hace años reventaron en Brasil, Chile y Colombia está en compensadores sociales como la Caja, que por más defectos sigue cumpliendo un papel en la estabilidad social y política del país. Por esta razón, la Caja no puede sustituirse ni eliminarse.

Sin embargo, hoy la institución es víctima de su propio éxito. La sociedad costarricense ha cambiado gracias a la Caja. No sólo somos más, muchos más, sino que desde hace años padecemos enfermedades de una naturaleza diferente a las que predominaban cuando se concibió y durante buena parte de su historia, y todo esto demanda evolucionar a un ritmo superior al conocido. En este sentido, a la Caja le pasa lo mismo que a los tractores que son necesarios para construir una carretera, pero luego no sirven para transitar por ella. Es lo mismo que le sucede a casi todos los buques insignia de nuestro Estado. Le pasa al ICE al igual que al MEP.

Seguir ejecutando medidas limitadas y parciales para resolver su problemática, es decir, para adaptar la institución a las necesidades actuales del desarrollo costarricense, es como comprar un carro antiguo para usarlo como tu medio regular de transporte y pretender restaurarlo a poquitos. La obra debe acometerse de forma integral, sino, los dolores de cabeza son inmediatos e inevitables. Por lo tanto, la cuestión con la Caja, al igual que con los carros antiguos, es si disponemos de suficientes recursos para su restauración. Y la respuesta es que sí. Definitivamente la respuesta es afirmativa, y para entenderlo debemos pensar fuera de la Caja.

No me refiero al bizantino y manoseado debate sobre si está quebrada. ¿Cómo va a estar quebrada una empresa a la que los asalariados de todo el país pagamos puntual y mensualmente aunque no utilicemos sus servicios? Si no que lo digan más de 2000 fallecidos que esperaban cirugías y tratamientos que no recibieron. Y lo digo sin ignorar o minimizar las deudas de los morosos y del Estado. Los servicios de la Caja no son gratis, pagamos por ellos.

A lo que me refiero es que, gracias a décadas de inversión pública en educación, en infraestructura, en diversificación de la economía y por supuesto, en salud, el país cuenta con una cantidad de establecimientos privados en todo el país, dotados de tecnología, profesionales y técnicos, capaces de contribuir a los objetivos públicos en materia de salud.

Recordemos que la Caja no sólo presta servicios de salud mediante la red más grande de establecimientos de todo tipo, sino que es también una gigantesca empresa aseguradora. De tal manera que sin eliminar la obligatoriedad y la universalidad del seguro social, esta empresa debería permitirle al asegurado recurrir a servicios privados, pagando total o parcialmente su factura, y por otro lado, debería comprarle servicios a los centros privados para satisfacer las necesidades de los asegurados; por ejemplo, de todos esas personas de carne y hueso condenadas a las listas de espera. Obviamente la transformación del modelo de atención, con todo lo que implica a nivel normativo, financiero y organizacional no es cosa de chasquear los dedos. Sin embargo, la discusión pública hay que promoverla.

La conceptualización y la organización se los servicios públicos de salud debería hacerse considerando de manera integral todos los recursos de la economía costarricense, sean estatales o privados.

Recordemos que la razón de ser de la CCSS somos los costarricenses, todos, sin distinciones de ningún tipo, y admitamos seguidamente que la incapacidad de transformar el modelo que sustenta la salud pública y la seguridad social, hace que en la práctica hayan costarricenses de primera, de segunda y de tercera.

En consecuencia y por razones sociales y humanitarias, la Caja debe replantearse para aprovechar, en beneficio de los costarricenses, los recursos privados que podrían complementar las capacidades de la institución.

El argumento de que esto significaría acabar con la seguridad social es sospechosamente ignorante, y el argumento de que perjudicaría el empleo de las personas que trabajan para la institución también es falso. Actualmente no dan abasto. Y lo digo consciente de que hay reformas de distinta naturaleza que deberían ejecutarse para mejorar los servicios que la institución presta.

Desde su concepción, la Caja se sustenta en un acuerdo tripartito entre trabajadores, patronos y Estado. Es hora de llevar ese acuerdo a nuevas fronteras, para considerar recursos del presente que no existían cuando se creó ni durante la mayor parte de su historia. E insisto para terminar, en que hay dos cosas de las que no estoy hablando, ni de nacionalizar servicios privados, que sería absurdo, ni de privatizar servicios públicos, que es innecesario. Hablo de reconocer y aprovechar la complementariedad entre los servicios estatales y los privados, en beneficio del asegurado, que es algo que comprende pero supera algunas medidas de las que está hablando la administración Chaves.

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