Después de los múltiples y tamaños problemas que agobian a Costa Rica el ciudadano común y corriente; desearía acostarse en su cama y tener un sueño reparador que no logra a causa de: “me perdí la mascarilla de la pandemia, no me lavé las manos, tuve que salir de casa para conseguir trabajo…”, al despertar en la mañana; está ofuscado, perdido y no sabe ¿dónde está?; hasta que después de un sorbo de nuestro excelente café, lee algo que le parece el entrenamiento bélico para la guerra; no puede ser porque no tenemos ejército, aclara y; al segundo trago del grano de oro se percata de un problema que tienen nuestros indígenas, algo que no es nuevo. Sin embargo; los estudiantes de la misma etnia deben caminar cuatro días en la foresta, para llegar a unos pueblitos escondidos carentes de electricidad y aulas escolares para abrigarse; lo mismo deben hacer los maestros para impartir la educación. En unos tiempos remotos el ICE prometió electricidad para todo el territorio nacional y el MEP las aulas y las escuelas, ¿Qué pasó?
En un rincón de una foto yacen, bien empacaditas, “Las guías de estudios”; si, ojalá viviera, el Padre de la Patria, don José Figueres Ferrer, diría: “¿Para qué unas guías si no existen los lugares donde estudiar?”
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