El futuro político de Costa Rica es un tema de vital importancia porque el país pasa por momentos angustiosos, pues su andamiaje político e institucional se ve desprestigiado, con muestras de evidente desgaste e incapacidad de dar respuesta a los requerimientos de una sociedad que ha ido en franca decadencia por la corrupción, y la pérdida de valores.
Nuestro esquema político está plagado de anomalías, que evidencian vicios de agotamiento y desencanto. También está claro que la construcción del país no le atañe solo al gobierno, es un trabajo de todos, que debe ser madurado por la sociedad civil y el gobierno, con el objetivo de hacer realidad los sueños y aspiraciones de sus habitantes.
El caos político, sanitario, económico y social que intenta enderezar este gobierno, no ha cumplido con las expectativas y el país exige de una conducción que genere las condiciones para el desarrollo democrático, económico, y social.
La sociedad civil actual reacciona contra del abuso del poder, pidiendo acceso a la toma de decisiones y poder de revocar el mandato de sus representantes, exigiendo a las autoridades que se luche contra la corrupción, y su evolución.
En los tiempos que vivimos la democracia no se reduce al mero ejercicio electoral, de allí la importancia de fortalecer no solo el derecho electoral que garantice las condiciones para acceder al poder político y al ejercicio del poder, sino para administrar la cuestión pública para generar el bienestar común.
La clase política ha fomentado la pérdida progresiva de prestigio de la política, el divorcio entre los ciudadanos y la política, y la pérdida de confianza en las instituciones y la legitimidad del sistema democrático. Esto explica, el aumento del abstencionismo político en el país y la poca participación electoral, de las últimas elecciones.
El rápido crecimiento de la corrupción y el abandono del quehacer nacional se los cobra el pueblo a los partidos tradicionales, actuando indiferente respecto a los asuntos públicos y expresando un total rechazo al sistema político, carcomido por prácticas acabadas, agotadas, engañosas y frustrantes, de los políticos.
La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un detalle técnico: el procedimiento electoral. Este aspecto plantea muchos retos a nuestro modelo de democracia en temas como: crisis de los partidos políticos, financiamiento de la política, la calidad y la paridad de la representación, fortalecimiento institucional y modernización de los marcos normativos electorales, independencia del ente electoral, y el uso de nuevas tecnologías.
Finalmente, la reacción de la población frente al tema de la corrupción y la poca participación política, debido a que sus acciones e incumplimientos, no alcanzan para la construcción del modelo de país que merecemos, en donde el ente rector el Tribunal Supremo (TSE) es obsoleto y desactualizado.
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