El Partido Acción Ciudadana llegó al gobierno por primera vez en medio de altas expectativas morales, y éticas. Esta fue una decisión que tomó el pueblo cuando le dijo basta ya al bipartidismo, basta ya a la corrupción y a los privilegios y basta ya a la impunidad.
Costa Rica inició este camino de transición hacia la depuración política y económica, que generó grandes expectativas entre los costarricenses y el mundo. Los ciudadanos muy confiados de la mano de LGS y deseosos de cambios profundos en el manejo de la res pública, vemos con tristeza como la decepción está ampliamente extendida en el paisaje político nacional.
Ahora en el PAC menosprecian la importancia de la transición, don Ottón en un video que circula en redes sociales dice que a el quien lo nombró el representante de la ética. Por otro lado sus militantes se quedaron sin argumentos porque muchos de los viejos problemas todavía persisten. O sea las elecciones no pusieron fin a la corrupción, la desigualdad social y el amiguismo.
El velo ideológico del PAC deformó nuestro entendimiento y nuestras expectativas. Es políticamente pernicioso porque simultáneamente alimentó esperanzas sin fundamento y nos ciega a las reformas factibles.
La democracia es la piedra angular de la sociedad costarricense y su fortalecimiento y promoción de la buena gobernabilidad es una de sus principales tareas, para garantizar la paz, la seguridad, el desarrollo y la sostenibilidad de la misma.
Esta claro, que la confianza en la democracia no ha estado a la altura de las expectativas de sus ciudadanos. Porque no ha generado más igualdad social ni económica; cada vez menos personas creen que su participación política sea más efectiva que en el pasado. El gobierno del señor Alvarado, a menudo no responde a las demandas de los ciudadanos y ciertamente alimenta el descontento social de la población.
La profundización de la democracia requiere transitar a formas complementarias de democracia participativa, exigiendo la apertura de espacios públicos, con la finalidad de corregir el deteriorado ambiente político y la débil capacidad de gestión del Estado.
Esto supone que la democracia tiene que ser capaz de elevar las condiciones de vida de forma sostenida de sus habitantes. Sin embargo hay muchas áreas en las cuales nuestra democracia es deficiente: el clientelismo, la falta de rendición de cuentas de los funcionarios públicos, desigualdad social y económica etcétera.
Los desafíos que enfrenta nuestra democracia más allá de la pérdida de confianza en figuras o partidos políticos ha fomentado un descontento generalizado, no solo con los políticos, sino con el funcionamiento mismo del sistema democrático.
Finalmente, el gran reto está en cómo pasar de una democracia electoral a una democracia de ciudadanos y de instituciones; y en cómo conciliar democracia con desarrollo económico, menos desigualdad y más equidad de género.
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