Ah, el Partido Liberación Nacional, ese barco en perpetuo hundimiento que, cual Titanic tropical, intenta convencernos de que todo va viento en popa mientras los músicos siguen tocando en cubierta. ¿Reinventarse? Por favor. Hablemos claro: cuando una institución lleva décadas abrazando la corrupción como si fuera su mantra sagrado, la palabra “reinventarse” suena a chiste de mal gusto.
Nos quieren vender la idea de que las nuevas generaciones, esos jóvenes políticos de sonrisa impecable y promesas enlatadas, van a salvar al país. ¿Salvarnos de qué? ¿De ellos mismos? Porque, seamos francos, el problema no es el candidato, el problema es el partido. Es la cultura de la trampa, del clientelismo y del “dame que te doy” que ha enraizado tan profundamente en el PLN que sería más fácil extirpar un tumor sin anestesia que sacarle lo corrupto.
Dicen que el barco se hunde, pero lo que no mencionan es que el iceberg que lo golpeó se llamaba “escándalo tras escándalo”. ¡Pero qué importa! Aquí lo importante, nos dicen, es la “unión”. Ah, sí, esa palabra mágica que en política significa “hagamos como que no pasa nada y sigamos con el show”. No señores, no se confundan, la unión de la que hablan no es más que la complicidad disfrazada de buenos modales.
Y luego está la clásica excusa del relevo generacional. ¡Qué maravilla! Pongamos a los jóvenes, esos que han sido entrenados por los mismos de siempre, a seguir con la misma cantaleta, pero con una cara más fresca. Es como cambiar el envoltorio de un dulce podrido: sigue sabiendo a basura. Pero claro, no se trata de ideas, se trata de imagen. El problema es que la imagen del PLN está tan manchada que ni todo el maquillaje de este mundo podría hacer que se vea menos corrupta.
El que redacta este tipo de arengas liberacionistas sueña con una Costa Rica que, según él, solo el PLN puede rescatar. Pero no se da cuenta de que el PLN es parte del problema, no la solución. Hablan de lucha contra la corrupción con la misma seriedad con la que un zorro promete cuidar el gallinero. Y eso de que “el pueblo decide” es otro mito más que se cuenta para que los ingenuos sigan creyendo en la democracia de las apariencias.
Así que, mi querido defensor del Partido Liberación Nacional, si de verdad quieres hacer algo por este país, te sugiero que mires más allá de las siglas y los colores. Costa Rica no necesita que el PLN se reinvente; necesita que desaparezca de una vez por todas, para dejar espacio a verdaderos líderes que entiendan que la política es para servir y no para servirse.