El año nuevo es una oportunidad para reformular nuestros sueños y para recargar las energías y las acciones que nos conducen a alcanzar nuestros ideales. En esta reflexión deseo sembrar en nuestras mentes y corazones unos principios de sabiduría y fe con la esperanza que nos estimulen e inspiren en la aventura de emprender este nuevo año. Empezaré con algunas ideas de la tradición histórica de sabiduría occidental y terminaré ofreciendo otros principios inspiradores y sanadores que considero potenciadores y maximizadores de nuestras vidas con sus posibilidades.
Existen algunas áreas en las cuales a toda persona razonable le gustaría hacer mejoras o alcanzar un estado óptimo. Estas dimensiones de superación personal incluyen mejorar nuestras relaciones, el estado financiero, la salud, terminar los estudios o la carrera, empezar un emprendimiento, o alcanzar paz del alma. Paz espiritual. Algunas personas necesitan romper con vicios o adiciones o con otros hábitos autodestructivos que están saboteando su felicidad. Al mismo tiempo, como país tenemos grandes oportunidades y desafíos que vencer este año también.
Pero ¿cómo se alcanzan estos ideales? ¿Cómo hacer realidad las resoluciones de nuevo año? ¿Cómo hallar sentido y propósito a la vida en medio de un mundo paradójico y complejo? En respuesta a estas preguntas, uno de los consejos de los estoicos antiguos sería: “no te preocupes por lo que no puedes controlar, acepta con serenidad tu realidad; enfócate más bien en lo que sí puedes cambiar de acuerdo con tus posibilidades”. Históricamente, en paralelo a los estoicos, una de las recomendaciones que la filosofía de los cínicos nos haría es: “Mientras menos cosas necesites para vivir y para ser feliz más libre y autosuficiente llegarás a ser. Mientras más cosas necesites para ser feliz, más dependiente e infeliz serás”. Por otra parte, en la corriente de sabiduría de la tradición judeocristiana algunos consejos serían: “discierne por adelantado el peligro para no caer en él; si quieres una cosecha de resultados abundantes debes hacer una siembra abundante. O sea, los resultados de tu éxito son proporcionales al esfuerzo inteligente, sistemático y perseverante invertido. La ley causa y efecto: todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Además, aunque tener prestigio o cosas materiales es deseable y no es malo en sí, sin embargo, ellas no llenan el alma ni dan felicidad plena. Amar a Dios y al prójimo acompañado de florecimiento humano pleno y de un sentido de eternidad es el significado de la vida”. Todo lo que hacemos tiene alcance eterno.
Dando un gran salto histórico, el filósofo de la Ilustración, Emanuel Kant, aconsejaría “atrévete a pensar por ti mismo. Libérate de que otros tutelen y controlen la manera como debes pensar”. A su vez, la corriente llamada el pragmatismo nos aconsejaría: “Ningún ideal o sueño es completo si no lo llevamos a la realidad. No andes por allí con ideas bonitas sin ponerlas en práctica. Lo único que te lleva al éxito es hacer lo que funciona. Las ideas y planes son inútiles si no los pones en práctica. Solo lo que funciona y que da resultados inmediatos es de beneficio”. Desde otro ángulo, la terapia racional emotiva promovida por el psicólogo Albert Ellis, llena de influencia estoica, nos asesoría diciendo: “La dificultad más grande no es el problema en sí, sino la manera como lo estás interpretando y reaccionando. Para ser valioso tú no tienes que ser perfecto en todo. La mayoría de tus problemas se deben a que tienes pensamientos erróneos de ti mismo, de las personas y de la vida. Cambia tu manera de pensar. Ten expectativas realistas de la vida y de la gente. Hazte cargo de tu propio destino y de tu éxito. No culpes a otros por tus fracasos”.
De manera similar, la corriente psicológica del pensamiento positivo ha encontrado una relación de una mejor calidad de vida entre las personas optimistas y proactivas que en las pesimistas y derrotistas. O sea que, si queremos ser personas felices y satisfechas debemos cultivar una mentalidad positiva y afirmativa. En contraste, debemos eliminar la mentalidad catastrófica y perfeccionista (poner estándares no realistas). También hay que superar el acercamiento unilateral a la vida en la que vemos todo en blanco y negro. La vida, en cambio, está compuesta de muchos tonos y colores. En resumen, esta propuesta nos enseña que las personas positivas son más felices, más productivas y tienen una mejor calidad de vida.
Hasta este punto les he dado un catálogo parcial de recomendaciones de diferentes escuelas de sabiduría o de pensamiento filosófico sobre la vida práctica. Haciendo las debidas matizaciones, cada uno tome lo que le es más útil para la realización de sus resoluciones o metas para el nuevo año.
Ahora procedo a ofrecerles unas recomendaciones amigables que pueden ser de provecho para emprender la aventura anual que recién empieza.
Primero, el principio de la fe. La fe nos invita a salir de nuestro territorio de tranquilidad para salir a conquistar territorios desconocidos. La fe nos hace fuertes en la batalla. La fe mueve montañas de adversidades y obstáculos. Si el miedo logra paralizar la mente, entonces, los músculos de los brazos no responden para hacer algo; los músculos de los pies no responden para salir a buscar trabajo. Pero la fe te hace creer, aunque no mires. Te hace caminar, aunque tus pies pesen como plomo. La fe nos mueve a la acción. Cada uno entienda la fe de manera diferente, aquí se trata de la fe en Dios que nos levanta, nos impulsa, nos libera y nos potencia.
Segundo, procuremos empezar el año nuevo libre de emociones negativas y tóxicas. Esto no quiere decir que debemos ignorar o ser pasivos ante las injusticias; tampoco quiere decir que no debemos expresar nuestros sentimientos de dolor. En realidad, tocar, verbalizar y hacer duelo por las pérdidas, los fracasos y por cualquier otra situación que haya lastimado nuestra alma es una condición necesaria para la sanidad y la rehabilitación integral. Tienes derecho a llorar y decir “esto me ha dolido mucho”. Necesitamos empatía. Entender el dolor de los otros y otras. Con frecuencia ofrecemos fórmulas mágicas y pre-empaquetadas de consejo. Mi experiencia ayudando a las personas me ha enseñado a oír, a entender, a apoyar y a hablar poco. Nuestro país tiene un alma bella, pero muchos de los ciudadanos la tienen magullada y lastimada. Por lo tanto, entreguemos y dejemos ir nuestros dolores, miedos y angustias. Acojámonos al poder de la gracia divina que pone el bálsamo que sana, el aceite que cicatriza la herida y que imparte la fuerza que empodera y reposiciona. Sustituyamos emociones tóxicas por sentimientos generados de vida.
Tercero, procuremos crear atmósferas sociales sanadoras y liberadoras. Ya sea en el ambiente del hogar, el trabajo, la empresa, la oficina gubernamental o en la fraternidad de la iglesia seamos personas sanadoras y de apoyo. Un ecosistema familiar o laboral cargado de toxicidad emocional reduce la calidad de vida y la productividad.
Cuarto, practiquemos la justicia. Respetemos los derechos de los otros. Aprendamos a vivir en un mundo pluralista. Seamos asertivos en nuestras creencias y convicciones, pero aprendamos a vivir en comunidad. Pensemos y dejemos pensar. Seamos justos en nuestros tratos y negocios. Seamos justos en la familia. Todos somos iguales. Muchos creemos que fuimos creados a la imagen de Dios. Todos tenemos valor y dignidad por creación y por redención.
Quinto, y último, seamos humildes. Reconozcamos nuestros errores y defectos. Con frecuencia, necesitamos ayuda para dejar un vicio o adicción o para cambiar el trato en la familia. Superemos la terquedad. La sanidad y la victoria empiezan cuando nos hacemos vulnerables y permitimos que la gracia divina nos libere, nos levante y nos potencia. Tengo claro que Nietzsche, el filósofo alemán, afirmó que la ética cristiana de humildad y de perdonar es la “ética de los esclavos y de los débiles”. Décadas después de la muerte de Nietzsche apareció Hitler para implementar esa ideología nefasta “del más fuerte, de la raza pura y con poder de voluntad”. En contraste, nosotros hablamos del poder de los humildes que es un poder para crear, transformar y para liberar. Es el poder del servicio y de la solidaridad. Humildad no es debilidad. Al contrario, ella es una fuerza potente que nos hace más grandes y conscientes de nuestra humanidad con sus falencias y posibilidades, también.
En conclusión, a pesar de los grandes retos que tenemos como personas, familias, empresas, comunidades y como nación, empecemos este año con una mentalidad positiva y con un corazón lleno de fe. No ignoremos las dificultades, pero enfoquémonos y maximicemos las posibilidades. Atrevámonos a tumbar muros y conquistar victorias. Con una mente positiva, con el espíritu lleno de fe y con la ayuda de Dios no habrá montaña que no podamos escalar ni océano desconocido que no podamos navegar y cruzar. Seamos audaces y tomemos riesgos razonables de fe. ¡Ánimo entonces! ¡Feliz y fructífero año nuevo!