Los acontecimientos mundiales suscitados desde 2020, han ensanchado los problemas estructurales preexistentes, como la aparición de nuevas dificultades. La crisis desatada por la pandemia de COVID-19 complicó las realidades laborales, familiares, educativas, de la empresariedad y prácticamente la mayor parte de las actividades humanas, incluyendo las decisiones de las autoridades públicas que desatan polaridad.
En la mayoría de los países latinoamericanos de lo primero que ha resurgido a la luz son las diferencias de fondo. Es notorio el déficit en los sistemas de salud y su acceso, lo mismo en tecnología, a la desmejora en la calidad de los servicios básicos como el transporte público. Y que no decir en las secuelas emocionales y físicas que provoca un aislamiento social que prácticamente abarcó el setenta y cinco por ciento de los meses del año 2020.
En materia de decisiones, no ha existido la posibilidad de resoluciones secuenciales, es decir, que terminando a) se continúe con b), aunque es claro identificar una tenue línea de ‘’apertura’’, más por lo que el COVID permite hacer que por nuestra capacidad autónoma de maniobra.
En 2021, se flexibilizo las medidas, a inicios de setiembre de ese año, desapareció la restricción vehicular los fines de semana. El 17 de febrero de 2022 se resolvió por iniciar el retorno a la presencialidad en los centros educativos. Entre las primeras medidas de la administración Chaves Robles (2022-2026) se aprobó el Decreto Ejecutivo N°43544-S con el que se reforma el artículo 3 del Decreto Ejecutivo N° 42421-S del 10 de marzo de 2021 denominado, ‘’Uso obligatorio de la mascarilla’’. En adelante, se establece que aquellas personas que no sean personal de primera línea de atención o que no requieran acceder a los establecimientos de salud, están exentos de esta obligación.
Cuestionado por muchos, en especial, por algunos medios de comunicación, apoyado por otros sectores y grupos de opinión, lo cierto es que, en el párrafo final del mandato se indica que el Ministerio de Salud queda en facultad de variar los alcances de lo dispuesto si la situación epidemiológica así lo amerite. No hay duda de que se trata de un asunto delicado y el tiempo dirá si hubo premura o si lo que estamos observando es un manifiesto intento por desestabilizar y probar el talante de una Administración que recién comienza y que dejó por fuera importantes grupos acostumbrados a decidir.
Lo que no necesita espera de más o menos contagiados, es la atención a las profundas heterogeneidades y problemas sin resolver. Son muchos, por lo que este enfoque gira alrededor de aspectos relacionados con la educación costarricense. Uno de ellos es la aparente sobrevaloración de la digitalización en el país. Ante un escenario de menor presencialidad educativa, no había tal boom, se vino a demostrar que, como sociedad, no se estaba preparado para sobrellevar un periodo de cuarentena que se extendió por meses. No hay digitalización por el promedio de horas en el uso de whatsapp que hacemos en el país, no somos una sociedad de avanzada por ver y responder memes y cuanto contenido estólido ahí se coloca. El rezago digital es un problema que no se cubre con una mascarilla, se necesitaría un mascarón para seguir jugar jugando mascaradas sin el mayor enfado.
En lo más cercano a lo que me desenvuelvo, lo educativo, la atención se llevó sobre la marcha de los acontecimientos, en ocasiones si, en otras no tanto, al punto que la Directora del Estado de la Educación, Dra. Isabel Román (2020), asevera que virtuales sí, pero digitalizados es un techo que no se ha alcanzado aún.
Y es que la educación no está sola en el limbo, de manera ampliada, los escenarios internos son diversos, desempleo, menor capacidad dineraria para adquirir bienes de consumo básico, miles de trabajadores del sector público y privado teniendo problemas para adaptarse al teletrabajo, futuros inciertos, fragilidad en las interacciones sociales a todo nivel, aspectos todos que exigen de cada uno, una marcada dosis de prudencia.
A nivel internacional, la pandemia aún presente, una invasión a un país europeo, el petróleo por las nubes, ataques cibernéticos anunciados desde afuera, pero con aparentes matices ‘’criollititicos’’ caracterizados por la desidia de no hacer para luego padecer. En fin, un abánico tan diverso y complejo que más de uno se agacha y preferiría decir: ‘’Yo no me como la bronca’’.
El entorno familiar varió sustancialmente, mamá y papá en casa las veinticuatro horas, conectividad obligada para trabajar o superar el ocio, hijos en edad escolar, adolescentes y universitarios abandonaron obligatoriamente su rutina para asumir nuevos patrones de convivencia, muchos de los cuales pasaron cien por ciento del día encerrados en sus dormitorios sin control alguno. Cuando se volvió a las aulas en 2022, más de uno se rasgó las vestiduras preguntándose porque en tantos centros educativos los chicos cerraron el puño en lugar de extender su mano para recibir un libro.
Un tanto menos evidente por su grado de abstracción, está la puja de intereses económicos y políticos, en medio de la medida más antigua que conoce la humanidad para combatir las epidemias, la cuarentena. En una ‘’economía con restricción’’ el perjuicio no es para todos por igual.
A nivel jurídico persiste la preocupación entre lo que transfronteriza derechos y garantías individuales y el ius puniendi del Estado, en tópicos tan puntuales como, el derecho al libre tránsito, a inyectarse o no, y ahora a ponerse o quitarse la mascarilla. Subestimar a una población que ha tenido que aprender a golpe de tambor como salvarse, y utilizar un tema tan sensible para atraer agua al molino, no es la actitud más conveniente, sobre todo cuando se está ante el inicio de nuevas autoridades gubernamentales para quienes se debería de tener una posición universalmente generosa cuando lo que han asumido, temporalmente se cuenta en días. Años atrás la arremetida eran a los 100 días, a esta Administración no le están concediendo mayor espacio, es en la inmediatez.
El otro vector de actuación es el personal, el de declararse particularmente comprometido. Si usted es asmático, de alto riesgo, tiene que viajar en autobús, llega un lugar o actividad en donde todo le resulta ajeno a su entorno, que cree que debería de hacer con la mascarilla.
Entendámonos, el citado Decreto, no es un cheque en blanco, en vez de juzgar, resuelva primero usted, no olvide que los actos humanos que son objeto de valoración ética son aquellos que se realizan en total autonomía, con la posibilidad de elegir entre un sí y un no. Utilice esta apertura para poner a prueba como es que realiza actos lógicos, y que más, que mantenerse vivo, sano.
Considerando un contexto de más de dos años de pandemia, si se mira hacia atrás, que teníamos: un país evidenciando dudas -como la gran mayoría- ante la ola pandémica y su continuidad, sin medidas preestablecidas, aflorando más bien el activismo con intervenciones públicas preventivas y en otros casos obligatorias, que en ocasiones se aplicaron bajo el binomio de prueba y error.
No me atrevo a afirmar si a nivel gubernamental ya se salió de ese atolladero, lo que resulta claro es que la población no es la misma “masa” estupefacta de principios de 2020. A su manera cada familia ha pagado con dolor las consecuencias de una pandemia que dejó una curva de aprendizaje que va más allá de Decreto si, Decreto no.
Costa Rica, con poco más de cinco millones de habitantes, con una tasa de desempleo de doce por ciento en economía pre pandemia y más del veinticuatro por ciento a setiembre de 2020, con una deuda pública por encima de los once mil millones de dólares -según datos oficiales de la Administración anterior-, continúa manteniéndose, de acuerdo a informes de la Dirección General de Estadística y Censo, como uno de los países con más personas escolarizadas de América Latina. Más de un millón doscientas mil personas aparecían matriculados en el sistema educativo público a febrero de 2020, para recibir algún tipo de enseñanza fuera del núcleo familiar. Este ejército cívico se cuida, se preserva y es responsabilidad de todos, haya o no haya disposición normativa y que en el caso de salud pública son de las más volátiles.
El cambio ha sido drástico y no todos tienen la misma idoneidad, aceptación, hasta la facilidad para sobrellevar las variaciones emocionales que ha implicado el vaivén entre el manejo de nuestras vidas anteriormente y ahora. Percibo un ambiente de marcada tensión exponencialmente alto: usted hace yo deshago, usted dice yo difiero solo porque usted lo dijo, estás conmigo o estas en contra, postura respetable siempre y cuando el gran perdedor no sea el interés público.
En una coyuntura de crisis provocada por una pandemia que ha cobrado la vida de millones de personas y más de doscientos millones de contagios a nivel mundial a marzo de 2021, recuperar el equilibrio perdido y la tolerancia, pasa por entender que antes, durante y ulterior a este remezón, ni los países, ni las familias, ni las personas reaccionan de igual manera ante circunstancias apremiantes, ello no es sinónimo de que no se pueda llegar a acuerdos. Uno medular sería: Cuidémonos todos y cuide a los suyos, primera expresión tangible de madurez y aprendizaje.
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El autor es Sociólogo.
Ha laborado en varias instituciones de educación superior en el país y en el Instituto Berth Corona en Washington (DC). Se incorporó al equipo UCA en enero 2021. Imparte los cursos de Métodos de Investigación Educativa y Ética Profesional.
Ha dirigido múltiples investigaciones y publicado varios artículos. Es coautor de una monografía sobre metodología de la Investigación (2014). En junio de 2020 publicó la novela La Alameda de Oznerlo, distribuida por la Editorial Uruk-Atabal. En abril 2022 publicó su segunda novela titulada, Lágrimas en la Orilla.
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