En muchos entornos donde las empresas ya están operando, surge una forma silenciosa pero poderosa de resistencia: “puede seguir, pero no crezca”. Este fenómeno se manifiesta cuando, pese a contar con permisos legales y cierta aceptación social, una organización enfrenta barreras visibles o implícitas al intentar ampliar su operación, invertir en infraestructura o escalar su modelo de negocio. En estos casos, no basta con tener una licencia para operar: se requiere algo más sofisticado y estratégico, una licencia social para crecer.
Hace unos años una empresa consolidada en Centroamérica requería ejecutar una inversión de gran escala. Aunque su presencia era conocida y aceptada, el proyecto implicaba afectaciones inevitables: polvo, ruido, tránsito pesado y presión sobre una infraestructura urbana limitada.
Lo previsible era el conflicto, pero no llegó. Para evitarlo, en CLC Comunicación, afiliada a LLYC, propusimos y ejecutamos para nuestro cliente una sólida estrategia basada en previsión, respeto y diálogo. El punto de partida fue un diagnóstico exhaustivo con todas las áreas internas del proyecto. Se analizaron fases constructivas, impactos operativos, capacidades de mitigación y posibles puntos críticos.
Ese conocimiento se tradujo en una herramienta que permitió saber con precisión cuales comunidades se verían afectadas, en qué momento y de qué forma. Esto sirvió tanto para gestionar impactos, como para anticipar conversaciones, adaptar los mensajes y establecer ritmos de rendición de cuentas diferenciados.
Convertido ese insumo técnico en inteligencia relacional, se desplegó una estrategia territorial centrada en la empatía. Se entrenaron vocerías con presencia legítima, se diseñaron canales diferenciados para comunidades sensibles y se activaron procesos de comunicación antes de que surgieran molestias.
La rendición de cuentas fue una forma de habitar el territorio con respeto, no un resultado reactivo. Incluso cuando se dieron situaciones imprevistas, las cuales son inevitables en toda obra compleja, la empresa pudo adelantarse, explicarlas y corregir sin que el vínculo se degradara. En esto fue vital que cuando fue requerido, la empresa sabía con quién hablar, sobre qué debía hacerlo y contaba con la información trasmitida por los canales idóneos para lograr establecer rápidamente un diálogo constructivo y con propósito.
Como resultado de la implementación disciplinada de la estrategia, la obra se completó sin bloqueos ni escándalos, y lo más importante, la empresa salió fortalecida, con nuevos aliados en la comunidad, con un sólido reconocimiento institucional y con un modelo de gestión documentado que ya se ha replicado en otras regiones.
Este caso nos obliga a reformular el concepto tradicional de “licencia social para operar”. Hoy no basta con ser aceptados, las empresas deben ser capaces de construir una legitimidad proyectiva: una confianza dinámica que les “autorice socialmente” a estar y a crecer.
Esto es mucho más que simple tolerancia, es el acuerdo y licencia para avanzar en los plantes de negocio. Esto no se obtiene con una campaña, se construye con inteligencia contextual, diálogo sostenido y significativo y acciones que demuestran respeto, antes de que los públicos de interés lo exijan.
Desde el enfoque y la metodología de la empresa que lidero en la región este tipo de estrategia no es un agregado cosmético. Desde nuestra perspectiva es una condición para el desarrollo sostenible y para alcanzar con plenitud los objetivos de negocio de una empresa. En un mundo donde las resistencias pueden ser legítimas, solo quienes comprenden la dimensión relacional de la legitimidad podrán crecer sin fracturar el entorno y sobre la base de la comunicación y la generación de valor compartido.