Volar ha sido un deseo humano desde la antigüedad. Las distintas religiones colocan a sus dioses en lo alto y a sus ángeles les han regalado alas para que puedan navegar entre nubes. Quienes sigan las reglas serán los afortunados en heredar este reino. Mientras los nómadas originarios de Mongolia diseñaban zapatos con una punta que se curva hacia los cielos, los griegos le facilitaban alas a Ícaro y los chinos experimentaban con globos de aire caliente y pequeños cohetes capaces de despegar.
Como si se tratara de niños en una dulcería, este encanto y magia por volar y trasladarse rápidamente entre ciudades les ha dado un aire de superioridad a varios políticos a través de la corta historia de la aviación comercial. Quien sería el Führer en Alemania acostumbraba volar varias veces al día en Lufthansa para hacer propaganda política en campaña. Más adelante, Mobutu -dictador de la extinta República de Zaire- se construyó un palacio al norte del país con una pista de aterrizaje. Mientras su pueblo moría de hambre, él tomaba champaña a bordo del supersónico Concorde que le alquilaba a Air France con destino a Europa, donde podía almorzar y visitar algunos castillos de los cuales él era el propietario.
En nuestro continente, no podemos olvidar cuando Hugo Chávez arribó a la III Cumbre de América Latina y la Unión Europea celebrada en Guadalajara en el 2005 con una delegación de 198 miembros. Al menos, la mitad de sus acompañantes tuvo el privilegio de viajar en el Airbus A319 recién comprado a Francia.
En México, se necesitaron desembolsar no menos de $218 Millones para adquirir un nuevo avión presidencial en el 2012. Se trató de un Boeing 787 que no voló ni tres años ya que AMLO anunció que lo vendería el día después de tomar posesión como presidente.
El escándalo actual en Costa Rica no se trata de la compra de una pomposa aeronave, sino de un vuelo en helicóptero. De lo que debieron ser unas tranquilas vacaciones, se convirtió en un episodio puesto en bandeja de oro para una población cansada de las torpezas políticas. Tanto la prensa como el pueblo está lista para identificar cualquier traspié y sacarlo a la luz.
Mientras el partido de gobierno presume de la ética y la transparencia como modelo de cambio, se hace público que nuestro mandatario ha volado en un helicóptero en el que uno de sus ministros tiene participación empresarial y se ha hospedado en un hotel en el que este mismo ministro también tiene influencia.
Si lo que parecía un inocente traslado aéreo fue legal o no, nos lo contarán otros. Lo que importa es que no toda acción legal es por definición moral. Los ciudadanos desconfían cada vez más de sus dirigentes. Desconfían cada vez más de su silencio y ausencia. Desconfían cada vez más de su inconsistencia, improvisación y falta de integridad. Ya no se sabe quién gobierna realmente, quién toma las decisiones ni quién tiene el control económico y político. No se sabe que tan cerca se está de una transición a la plutocracia. Nos queda claro que las torpezas de siempre han sido las primeras en volver a la normalidad.
Quién ha decido participar en la política voluntariamente debe saber que estará bajo el escrutinio directo permanentemente. Su privacidad se verá reducida y cada acción será analizada. Rivalizar contra los medios y el pueblo no es la solución, sino pensar antes de actuar, escuchar antes de hablar y observar antes de tropezar.
¡Si no tienen pan, que coman pasteles! ¡Si no tienen carro, que vuelen en helicóptero!
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