Un payaso, contrariamente al sentido peyorativo que a menudo se le atribuye a una o más personas con el propósito de ofenderlas, es un excelente actor, que alegra la vida de mucha gente a través de su actuación más difícil que provocar el llanto; por el respeto que se merece no se debe compararlo con un político, como es la costumbre; porque Trump, no es valga la redundancia un payaso, sino un político que no hace reír a la gente; más bien le provoca un llanto lastimoso, que huele a dañino y por ende peligroso. Lo mismo sucede con Nicolás Maduro, que no es nada de los dos, pero sí; es un matón quien asesina a su mismo pueblo.
Desde el exterior, a los padres “ufanos” de su hijo de apenas cinco añitos, exhibido en la televisión con el atuendo de aspirante a torero, hay que patearles los traseros, por cretinos que son, sin saberlo.
En Costa Rica, es necesaria una campaña de prevención para los “morituri ferroviarios” y los “motos y autos morituri”. Un juez de ejecución sentenció: “Delenda est” a la vetusta cárcel de San Sebastián, que ya es hora que desaparezca y se construya otra, con la venia del Ministerio de Justicia y Paz.
Los funcionarios de AyA, necesitan unos cursos relámpagos de aritmética, para calcular; sin errores, como es frecuente, los metros cúbicos consumidos del preciado líquido por los usuarios, quienes están a merced de las “sentencias” con limitadas apelaciones.
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