Un mandatario recientemente electo del país, declarará en su primer año de gobierno que tendrá que enterarse de la situación de la nación; como si antes de asumir el cargo hubiera vivido en otro planeta, luego agregará que tendrá que formar su equipo de trabajo; cuyos ministros tendrán que “pensarlo” antes de aceptar la función y más de uno renunciará en cinco o seis días.
Al iniciar el segundo año; achacará a los gobiernos anteriores todos los males habidos y por haber, entre los cuales está la reforma fiscal que entonces datará desde los albores de la república; al ser acusado de no intervenir y acabar con “la hemorragia burocrática” culpará a los medios de comunicación, tachándolos de irrespetuosos por comparar a un güila quien sin ser el primero de la clase; podría con los $ 2.425.00 millones de antaño, a la fecha multiplicados, ¿quién sabe por cuántos? y; además están los alquileres de las instituciones públicas astronómicos, para dar un techo a todos los costarricenses que no lo tienen y; son muchos, excluyendo a los choriceros quienes recibieron gratis las casas, las alquilaron y ellos siguieron campantes en el precario.
En el último año de gobierno; por ser “electoral” no se hará nada. “¡Qué viva la pepa!” diría el entrañable y muy valioso Monseñor Arrieta, de grato recuerdo.