Columna Cantarrana

Los gachos también votamos

» Por Fabián Coto Chaves - Escritor

Recuerdo que en el 2014 yo vivía en Guayabos de Curri. 

Recuerdo que poco antes de las elecciones vi pasar una nutrida caravana del Frente Amplio. 

Y recuerdo que uno de esos patanes robustos que conducen un 4×4 inmenso detuvo su auto,  sacó su voluminosa cabeza pelirroja por la ventana y gritó “Hijue putas comunistas”. 

El episodio, con todo,  no pasó a más. 

Peores cosas ocurrían en tiempos del añorado bipartidismo: madrazos, pedradas, calcomanías ofensivas en el búmper del carro, en fin, la fiesta electoral. 

Aquella vez el anticomunista del 4X4 reanudó su marcha y nadie del Frente Amplio respondió.Yo permanecí estupefacto frente al Fresh Market unos segundos y casi le creí a mis profes de Generales cuando aseguraban que Costa Rica desde siempre fue un país furiosamente fascista.  

Luego, una viejita y una muchacha detuvieron otro inmenso 4×4 y me preguntaron cuál ruta había tomado la caravana de Villalta. Les indiqué cortésmente que había seguido camino a Concepción y me fui a mi casa, preguntándome si, acaso, esa viejita y esa muchacha, en su inmenso 4 x 4, eran tan comunistas como el monigote patán que las puteó. 

Si este país es o no facista, definitivamente, nunca lo he sabido. Pero de algo sí estaba seguro: en caso de serlo, se trataba de una versión muy edulcorada de facismo. 

Otra vez, en el año 2010, un taxista me dijo que Ottón Solís era el comunista más grande de Costa Rica. 

Así lo dijo. 

Literalmente. 

Que Ottón Solís era comunista. 

Quizás mucha gente no lo recuerda. Pero esas eran cosas que sucedían no hace mucho: un prestamista de Pérez Zeledón, un concho con aires de manchesteriano cuya familia tenía o tiene acciones en Holcim, sin más, se consideraba comunista. 

Estamos claros en que el comunismo o el socialismo pertenecen, según sea el caso, al ámbito de la demonología o la cristología. Y eso es, sin duda, en lo único que coinciden sus detractores, sus apologetas y Silvio Rodríguez: nadie sabe qué cosa es el comunismo.

Nunca ha existido, según dicen. 

Lo de la URSS, insisten, no era socialismo ni comunismo, era estalinismo. Lo de Cuba, populismo caribeño. Y lo de China, cómo no, despotismo oriental. 

Ni el socialismo ni el comunismo han existido nunca. Y por tanto ni los gulags ni las UMAP ni las rispideces de quienes decían defender la democracia del pueblo ponen en entredicho ese ideal maravilloso de eliminar, finalmente, la explotación del hombre por el hombre. 

Así, más o menos, piensan. 

Quizás por eso, en determinado momento, Ottón, Villalta, Luis Guillermo y hasta Carlos Alvarado fueron distinguidos con tan dudoso honor: comunistas, socialistas.     

Quizás por eso desencantos como los que aparecen en El socialista sentimental de Paco Umbral apenas describen desviaciones, entuertos triviales. 

Porque Felipe González no era un socialista. O al menos no lo era desde que fracasó. 

Como no lo es Pablo Iglesias ni Ortega ni Villalta.

Como no lo era Pol Pot ni Viviana Gallardo.  

Paco Umbral nos muestra la España de la encrucijada de siglos, la España que experimentó un extraordinario proceso de modernización: de los piojos de posguerra al euro y al fin de la historia. 

Y nos muestra, además, que los socialistas, pese a estar en el poder, no hicieron mayor cosa para que ese proceso fuera, digamos, más socialista. 

Guardando las enormes distancias, pasó algo semejante en Costa Rica a partir del 2014: sufrimos un extraordinario proceso de modernización en el que se terminó de consolidar la apertura, se impusieron limitaciones al derecho a la huelga, se ingresó a la OECD y se aprobó una crucial reforma tributaria. 

Y todo eso ocurrió mientras en el poder estaban gentes que, desde la perspectiva del patán robusto del 2014 y del taxista del 2010, eran comunistas o socialistas. 

Ate vos… 

En España, recientemente, una masiva oleada de votos terminó de sellar ese dulce y doloroso tránsito al desencanto del socialista sentimental. En Costa Rica ocurrió lo propio con el progre sentimental: hoy vagan por los cementerios digitales esperando una señal, cualquier anuncio, de ese fantasma pomposo llamado Claudia Dobles. 

Pero, bueno, afortunadamente, tanto en España como en Costa Rica, los gachos también votamos. 

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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