A lo largo de mi trayectoria profesional en diversas instituciones como la Defensoría de los Habitantes y el Patronato Nacional de la Infancia, y ahora como diputada en esta Asamblea Legislativa, siempre he alzado mi voz para promocionar los derechos fundamentales que son propios de la niñez y la adolescencia, pero particularmente para hacer un especial énfasis en el tema de la primera infancia o infancia temprana, etapa de la vida que condiciona el desarrollo integral de todo ser humano.
Los estudios sobre primera infancia no son nuevos. Desde hace muchos años investigadores, científicos, académicos y profesionales en diferentes ramas han venido señalando su trascendencia y la necesidad de que nos eduquemos y sensibilicemos en esta materia, en especial aquellos funcionarios que somos tomadores de decisiones que afectan el interés público.
Al respecto, la semana pasada UNICEF (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) lanzó una campaña internacional denominada #LaPrimeraInfanciaImporta, campaña que recibe apoyo de la Fundación LEGO dirigida a aumentar la concienciación sobre la importancia de los primeros 1.000 días de la vida de un niño y el impacto de las primeras experiencias sobre su cerebro en desarrollo.
Durante este período especialmente importante, las células cerebrales pueden realizar hasta 1.000 nuevas conexiones cada segundo, una velocidad que nunca se repetirá en el curso de la vida. Estas conexiones contribuyen a la función del cerebro y el aprendizaje del niño, y a sentar las bases para su salud y felicidad en el futuro. La falta de atención –como, por ejemplo, una nutrición adecuada, estimulación, amor y protección contra el estrés y la violencia– puede impedir el desarrollo de estas conexiones esenciales.
Según publicaciones especializadas, cerca de 250 millones de niños en países en desarrollo corren el riesgo de sufrir problemas en su desarrollo debido al retraso en el crecimiento y la pobreza. Pero la necesidad de una mayor inversión y acción en el desarrollo en la primera infancia no se limita a los países de bajos ingresos. Los niños desfavorecidos que viven en países de ingresos medios y altos también corren peligro. UNICEF estima que otros millones de niños pasan sus años de formación creciendo en entornos poco estimulantes e inseguros que amenazan su desarrollo cognitivo, social y emocional.
La inversión en la primera infancia es una de las formas más rentables de aumentar la posibilidad de que todos los niños alcancen su pleno potencial y de mejorar su capacidad para aprender en la escuela y, posteriormente, su capacidad de obtener ingresos como adultos. Esto es especialmente importante para los niños que crecen en medio de la pobreza. Un estudio realizado a lo largo de 20 años demostró que los niños desfavorecidos que participaron en programas de desarrollo de la primera infancia de calidad cuando eran pequeños, llegaron a ganar hasta un 25% más como adultos que sus pares que no recibieron el mismo apoyo.
UNICEF está pidiendo a los gobiernos que aumenten las inversiones en favor de la primera infancia, que amplíen los servicios sociales y de salud dirigidos a los niños pequeños y que fortalezcan los servicios de apoyo para padres y cuidadores. En Costa Rica, la diversidad de instituciones y acciones vinculadas al desarrollo infantil ha permitido consolidar importantes esfuerzos en salud, educación y protección social. pero no es suficiente.
Aún resta construir y consolidar una política pública para la primera infancia de forma integral y articulada, cuyos principios rectores incluyan a la familia como contexto natural para el desarrollo de los niños y las niñas, una perspectiva de derechos, atención integral, equidad e inclusión social.