Al concluir el sexto año en la Escuela Dr. José María Castro Madriz allá por el 2005, empezaron las dudas de cuál sería el centro educativo en el que cursaría la secundaria. Aún recuerdo como la mayoría de mis compañeros de escuela se decantaban por el Liceo Castro Madriz, mientras que yo valoraba la idea de ingresar al Liceo de Costa Rica, sin pensar tan siquiera todo lo que me esperaría en dicho Colegio.
Al externar mi preferencia por el Liceo de Costa Rica, encontraba en mis compañeros comentarios negativos, sobre todo por ser un colegio en el cual únicamente ingresaban varones, por lo que en su mayoría recibía afirmaciones de si era homosexual o no.
En febrero de 2006, sin aún saber lo que el futuro me esperaría, temeroso de lo que me pasaría en mi etapa en el colegio. Aún recuerdo cómo llegamos al Liceo, como me asusté al encontrarme en medio de un mar de colegiales. Luego de las palabras de bienvenida por parte del hasta entonces Marco Aurelio Medaglia, donde nos indicaba que la etapa que afrontaríamos no iba a ser sencilla, pero que el Liceo de Costa Rica nos daría más de lo que hasta ese momento podríamos esperar. Siendo honesto, no era algo que le puse mucha atención en ese momento, pero cuánta razón tenía.
El vivir la etapa colegial fue difícil. El Liceo daba muchas facilidades para hacer cualquier cosa, podía ir a jugar futbol 5 o ir a matemática. Podía asistir a estudios sociales o subir al parque ubicado contiguo al Colegio Superior de Señoritas.
El levantarse todos los días por las mañanas y pensar que perdía mi tiempo era recurrente. El acudir al colegio y ser víctima de matonismo era de todos los días y no solo yo lo viví, todos pasamos por eso, pero peor aún recuerdo como quienes fuimos víctimas de ello con el tiempo caímos en lo mismo.
Con el tiempo, se hizo frecuente ver problemas con distintos centros educativos. Viví en carne propia como estudiante acudieron a quebrar todos los vidrios del Liceo, como asaltaron a muchos de mis compañeros de generación estudiantes de otros colegios. Vi con frecuencia como distintos medios atizaban sus letras con comentarios despectivos sobre mi colegio, como la opinión de la gente entorno a mi uniforme solamente generaba críticas y comentarios peyorativos.
Lo único que no vi en televisión fue como en muchas ocasiones los estudiantes acuerpaban a muchachos de primer ingreso, nunca vi comentarios positivos de lo que se hacía, aun cuando la realidad económica del Liceo siempre fue difícil.
Recuerdo como al igual que yo, muchos compañeros íbamos al colegio con los pases para poder tomar el autobús, sin contar que, si se requerían sacar fotocopias, simplemente no se podía. Nunca vi en un reportaje señalar a los profesores del Liceo de Costa Rica, por sacar de sus salarios el dinero de sus bolsillos para costear los gastos de sus estudiantes, aun cuando esto último no era su responsabilidad. No recuerdo ver comentarios sobre las interminables horas de ensayo de los cuerpos de marcha, nunca vi a nadie cooperando, cuando cada uno de nosotros acudíamos a la feria del agricultor a pedir dinero, esto para poder reparar nuestros instrumentos que se encontraban en un estado deplorable.
Aún recuerdo las palabras de los distintos profesores, donde en muchísimas ocasiones aconsejaban evitar problemas, donde nos pedían respetar la institución que nos brindaba la educación general básica. Como olvidar las corridas por las mañanas, el esconder los exámenes para evitar una buena fajeada, como olvidar el no tener en ocasiones el dinero para poderse transportar a recibir lecciones.
Hoy, ocho años después de mi partida del Liceo de Costa Rica, solo puedo decir gracias. Porque, a pesar de las situaciones que en el viví, definitivamente puedo mantenerle en la cara el orgullo que siento al decir que salí de dicha institución. Porque aun cuando en muchas ocasiones no tuve que comer, muchos profesores me brindaron su mano y llevaron alimento a mi boca, tal cual lo hacía mi mamá día a día. Porque a pesar de poder elegir otro camino que no fuese el estudio, siempre los valores inculcados por mis padres y los consejos de sus profesores me hicieron asistir a clases.
Con la frente en alto y total franqueza puedo decir que el Liceo de Costa Rica me lo dio todo, me brindó abrigo, acompañamiento y conocimiento. No puedo guardarme este sentimiento cuando un hecho lamentable nos estremece, cuando un hecho empaña la labor de todos los liceístas,
Porque en tus paredes se nos inculcó la necesidad de poner el pecho a las balas ante las situaciones difíciles. Como no defenderte, cuando en tus aulas me forjé como persona, cuando tu personal siempre llevo aliento a pesar de las adversidades que vivíamos en nuestros hogares.
Gracias, porque el día de hoy no solo les brindas conocimientos, también llevas alimento mediante el comedor estudiantil, les das la oportunidad de utilizar el servicio de transporte de gratuito a tus estudiantes, les brindas la oportunidad de mejorar sus conocimientos en otro idioma. Gracias por permitir que tus estudiantes reciban lecciones en unas de las mejores instalaciones educativas del país.
Gracias, porque el colegio me dejo grandes amistades, que al día de hoy siguen siendo parte de mi vida; porque 8 años después sigo manteniendo contacto con tu personal como si todavía me encontrara en tus aulas.
Lo acontecido nos debe unir como familia, debemos acompañar a las nuevas generaciones en su crecimiento estudiantil. Enseñar el orgullo que genera pertenecer a una de las instituciones más grandes del país, demostrar que a nuestra casa de enseñanza aún le queda mucho por aportar a nuestro país. Sigamos entregando a nuestro país férreos defensores de los derechos humanos, médicos, presidentes, pero sobre todo excelentes ciudadanos.
—
Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.