Líbano la puerta al caos

» Por Bryan Acuña - Analista Internacional y profesor universitario

El Líbano es un país que pese a su pequeña extensión (cerca de 10.452 Km2) y una población de poco más de 5,3 millones de habitantes, ha vivido situaciones que han comprometido su estabilidad. El sectarismo y las luchas políticas han sido constantes desde su independencia en 1943, no en vano el Acuerdo Nacional que marcó su soberanía realizó una división del poder basado en los diferentes grupos religiosos que lideran el país, así la presidencia nacional recae siempre sobre un cristiano maronita, el primer ministro es un musulmán sunita y el vocero del parlamento musulmán chiita.

También las cuotas de participación electoral están marcadas por el sectarismo, de los 128 escaños que cubren el parlamento unicameral libanés la mitad es cristiana y la otra mitad musulmana, lo cual parecería “normal”, hasta que se considera que dentro de esos 64 puestos que ocupan ambos grupos hay cuotas también entre las diferentes sectas que componen cada grupo, por lo que para nada es sencillo.

En la década de los 70s y hasta finales de los 80s sufrieron una guerra civil en la que los grupos se enfrascaron en enfrentamientos sangrientos, en ese mismo proceso se dieron eventos que también han marcado su situación política actual. En el año 1976 interviene Siria ocupando territorio libanés hasta el año 2005 después del asesinato de Rafik Hariri y de la denominada “Revolución de los Cedros” que marcaba tiempos de protestas sociales contra reformas ejecutadas en el Estado. También entre finales de los 70s y comienzo de los 80s ocurrieron las operaciones Litani (1978) y Paz para la Galilea que llevaron a un enfrentamiento entre Israel y agrupaciones palestinas en Líbano, asentados con fuerza desde la expulsión de la OLP de Jordania a inicios de la década de los 70s, con las operaciones israelíes se llegó a la ocupación de zonas libanesas hasta el año 2000.

La presencia israelí en Líbano sirvió como motivación para la aparición de agrupaciones paramilitares en los 80s, entre estas el Hezbolá que se creó como un grupo de “resistencia” chiita contra la ocupación, que debió desmantelarse con el Acuerdo de Taif (1989); lo cual no ocurrió y por el contrario ha evolucionado a ser una fuerza no solo paramilitar, sino política con presencia en el parlamento libanés y con actividades terroristas que han cruzado las fronteras del Líbano, siendo parte hoy del denominado “Eje de la Resistencia” patrocinado y manipulado por Irán por lo que se han transformado en la puerta de entrada al Mediterráneo para el régimen iraní y durante años un importante aliado de los Assad en Siria.

En la década de los 80s también se marcó la historia del Líbano debido al asesinato del presidente Bashir Gemayel en setiembre de 1982 y posteriormente ocurriría en esta época la masacre de los campos de Sabra y Chatila con un saldo de poco más de 3.500 palestinos asesinados por falangistas cristianos, masacre que había sido antecedida por atroces hechos de violencia entre cristianos y palestinos a lo largo de los años de guerra civil, y seguida de una nueva masacre causada por miembros del movimiento Amal y tropas regulares que asesinaron a poco más de 400 palestinos en el campo de Chatila, esto en 1985.

Estos antecedentes dan fe de la cantidad de situaciones que ha impulsado las crisis políticas libanesas que han dado paso además a problemas estructurales, corrupción, agravados por las continuas luchas internas y que han condenado al país a un descalabro generalizado, debido incluso a tener una grave fragilidad económica, una altísima deuda pública ($85 mil millones aproximadamente), la falta de reformas estructurales, una mala administración pública, erosión en el sistema financiero, fuga de capitales, devaluación de la moneda, inflación, escasez de bienes, entre otros males.

Ante su situación, han buscado apoyo externo condicionado a las necesarias reformas estructurales impedidas por la influencia extranjera en su situación interna como son los casos mencionados de Irán más claramente, pero también influencia saudita y turca que buscan aprovechar las circunstancias para tener más peso político. Todo esto augura del modo fatalista un proceso de disolución del Estado tal y como se conoce en una serie de entidades más pequeñas, lo que se conoce como “balcanización”, inspirado en la situación de los Balcanes que se dividió y dio origen a entidades nacionales diferentes. Debido al sectarismo, las divisiones políticas y los enfrentamientos estructurales y sociales, se podría creer que este país del Medio Oriente va en la misma ruta.

Está claro que el término es tanto simplista e incluso fatalista, pero viendo los antecedentes de guerra civil en los años 70s, la ocupación del territorio y el fraccionamiento de agrupaciones políticas y militares y la intervención extranjera, esto podría ser un riesgo cada vez más posible. Pese a esto, diversas fuerzas políticas han luchado por evitar que el sectarismo gane la partida e intentan unificar el país bajo criterios que les permita tener oportunidades de sobrellevar la crisis que viven. Aun así, la fragilidad política, hace dudar que se pueda superar el ambiente de crisis.

A esto se suma que han vivido circunstancias agravantes; aparte del asesinato de figuras políticas, el liderazgo nocivo de grupos como Hezbolá hacen la situación aún más delicada. La presencia de esta organización abre un portillo de posibilidades en cuanto a una escalada mayor por cuanto aumentan las tensiones en la frontera Sur del país que ya en el año 2006 estalló en un conflicto con graves consecuencias para Líbano por la guerra de la agrupación islamista contra Israel.

Este desastre político une más componentes, como la situación migratoria, tanto siria de los últimos años como la existente situación de refugiados palestinos que llegaron desde el año 1948 y que permanecen hoy en campos en circunstancias incluso deplorables en muchos aspectos y que en la actualidad tiene choques de facciones que incluso ha cobrado una docena de muertos en los últimos días y que tensa aún más los hilos del caos en el país. También, entre los ingredientes de la tormenta perfecta, en el año 2020 se dio la explosión de un puerto en Beirut donde se atañe responsabilidad a Hezbolá acusado de tener allí un depósito de nitrato de amonio utilizado para explosivos.

Sin duda el Líbano se encuentra en un punto muy delicado y tenso, el país pese a ser pequeño, es una importante ficha de tablero para los intereses regionales, su caída o deterioro lleva a preguntarse, qué quedaría de este país finalmente, quien juntaría los despojos libaneses y cuál será destino. Hoy al menos parecen encaminados hacia el umbral del desastre.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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