Se acercan las elecciones municipales, y muchos políticos parecen no entender que la política evoluciona. Las practicas del pasado que generaron desconfianza y desilusión ya no deben de ser bienvenidas, la politiquería debe detenerse, y debe de resurgir una nueva forma en la que el bienestar del mayor numero sea el fin de cada acción política y pública.
Quizás es soñar en grande, pero es un sueño posible y necesario para que nuestro sistema democrático siga siendo de los más consolidados de la región; además de ser la principal razón por la cual la juventud debe de involucrarse en espacios de incidencia desde enfoques positivistas, y de creación, no de destrucción.
Me preocupa cuando los políticos hacen mención a que tales obras tienen colores o sellos de partidos políticos específicos, cuando la realidad es que cada obra o servicio público que se le brinde a la comunidad, el único sello que tiene que tener es el de su ciudadanía, la mejora en la calidad de vida y la creación de valor público.
No es posible que en pleno siglo veintiuno, no hayan entendido que todo debe de caminar paralelo a los ciudadanos, y que esa forma de hacer política, ya no es bien recibida.
Debemos de repensar, en que cada elección es un borrón y cuenta nueva, porque lo que se hizo fue en funciones propias de su cargo y con presupuestos públicos, por lo que lo correcto es debatir sobre las ideas y proyectos futuros, con toda la altura que la ciudadanía merece y espera.
No podemos sentarnos cruzados de manos, a pensar que todo esta bien, cuando los índices de abstencionismo superan el 50% del padrón electoral y reflejan la desconfianza en el sistema político por parte de la ciudadanía. Lo correcto es pensar en que estamos haciendo mal para corregirlo.
Por un lado, las agrupaciones políticas se quejan del gran abstencionismo en las diferentes elecciones de nuestros procesos democráticos, o de la falta de motivación de la ciudadanía para participar desde la arista de candidatos; pero por otro lado mencionan que todo lo que un cantón tiene se lo debe a determinado partido político, tradicional claro está.
Mencionar que únicamente un pequeño grupo de personas bajo una única bandera son los salvadores de un cantón, deja mucho que desear y sobre todo decir, pero mejor que cada quien saque sus propias conclusiones sobre este tema en específico, para no entrar en conversaciones grotescas.
Me gustaría consultarles a ustedes su pensamiento sobre el tema que únicamente un político puede traerle progreso a un cantón, ignorando sus contrincantes de otras agrupaciones, pero para no hablar únicamente de política partidaria, ignorando los grupos organizados de la sociedad civil, como las asociaciones de desarrollo. Pero como no todo puede ser color de rosa en la vida, soy consciente que tal charla merece varias horas de platica, un buen café o hasta algunos tequilas para bajar los tragos amargos de los políticos tradicionales.
Debemos como ciudadanía entender la política, entender que la misma evoluciona, y que no podemos permitir que quienes hacen politiquería lleguen a los puestos de elección popular, porque no permitiría un cambio hacia liderazgos positivos, sino únicamente una perpetuación del poder.
Es nuestro deber informarnos sobre las realidades pasadas y las promesas futuras, sobre quiénes son los candidatos y no sobre cortinas de humo que ellos mismos lanzan. Debemos de avanzar hacia una nueva legitimidad, donde realmente ganen las personas que busquen el desarrollo y progreso y no aquellas que buscan únicamente sus intereses personales
Salgamos a votar, porque más que nuestro derecho, es nuestra obligación constitucional, y tenemos el privilegio de vivir en una de las democracias más consolidadas de la región.
Cambiemos hacia políticos no tradicionales, que busquen un cantón prospero, con un desarrollo sostenible, y que la parte social no represente simples estadísticas, sino personas con su valor y dignidad humana.
Seamos conscientes de a quienes elegimos, de que esas personas que nos van a representar, tengan la bandera bien puesta, pero del interés general de la comunidad y no de sus propios intereses personales, porque las obras y servicios que una institución pública brinda no tienen sellos de partidos políticos sino, de su ciudadanía y de las próximas generaciones.
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