Hasta el último respiro y; no suspiro como equivocadamente se usa, reclamaré airadamente; una medida que además de tener una lógica irrefutable, está en contra de todo ser humano y es nada más y nada menos; que el dichoso tope de cesantía, porque una trabajadora o un trabajador del sector público o privado; en lugar de recibir el monto total de su cesantía, conforme a todos los años trabajados, recibe solamente una parte: ¿Por qué? ni el Todopoderoso lo sabe. Los que hablan de los financiamientos, existen fideicomisos y las leyes del trabajo, ¿O no?; con tantas leyes que nos ahogan, los sindicatos nunca movieron medio dedo.
En otro entuerto, las mujeres aun desempeñando el mismo trabajo de los hombres, devengan un salario inferior: ¿Machismo o mercantilismo?; las sindicalistas gritonas, callaron.
Las empresas que quiebran de la noche a la mañana y desaparecen de pronto y no pagan las prestaciones a sus empleados, deberían por ley; mantener un depósito preventivo, para ser decentes y poder cumplir al menos con sus trabajadores. Los sindicalistas se limitaron a pedir el embargo de los bienes: ¿Cuáles, si se fugaron, después de vender todo?
Por último; los trabajadores bananeros quienes se enferman a causa de los insecticidas, tuvieron que llegar a viejos para lograr unos míseros cincos; la pregunta de millón: ¿Será que los sindicatos sirven solo para llamar a huelga y recibir el salario, sin trabajar?
Un “roco” gruñón, abordó algo difícil tal vez en todo el mundo y comentó que una trabajador de la construcción no se pude pensionar a los 65 años; debería ser antes, por su misma y pesada labor, lo mismo que un cirujano, porque su cansancio y la misma tensión lo llevaría a cortarle “la nariz a un paciente”.
—
Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo y número de identificación al correo redaccion@elmundo.cr