Las buenas acciones

Para las personas que tenemos la posibilidad de tener un espacio donde platicar, conversar con las personas – como es este tan prestigioso medio – que en muchos de los casos con sus opiniones nos hacen sugerencias, recomendaciones, críticas, solicitudes, y que nos permiten a su vez reflexionar sobre si lo que escribimos cumple su cometido o no. Unos ¿80-100 artículos?, son muchos, aunque resulta relativo por supuesto, cuando hablamos de personas del propio medio escrito – compañeros y compañeras de trabajo – que han dedicado y dedican de forma sistemática o permanente prácticamente toda su vida a emitir criterios que ayudan a que la noticia misma, las opiniones constituyan un marco de referencia para que el lector saque sus propios criterios y conclusiones.

Las observaciones a lo que escribo me suelen llegar vía correo electrónico, WhatsApp , y suelo responder siempre o inclusive personal, agradeciendo el comentario a la columna en cuestión, que inclusive me permite nuevas ideas, para futuros temas. Hay una realidad que no puede taparse con un dedo y es que muchas personas requieren ser escuchadas, necesitan consejos, recomendaciones, inclusive soluciones, que no necesariamente en todos los casos podemos resolver, porque corresponden a los especialistas y no a un docente, que le gusta escribir.

Sin embargo, como docente más allá de la especialidad misma -a lo largo de más de 50 años – la profesión de trabajar con jóvenes y adultos incluyendo la formación en valores que debemos transmitir a nuestros educandos y que incluye a los padres y madres de familias a los cuales debemos involucrar, comprometer, porque sus hijos no son nuestros, son de ellos.

Que como parte de nuestra responsabilidad es educarlos, junto a ellos, ahí sí estamos de acuerdo e inclusive en algunos casos la asumimos mejor que los propios progenitores, inclusive al extremo de abandonar casi a los nuestros (¿Es cierto profesores, docentes?)

No solo impartimos o transmitimos conocimientos y aplicaciones de estos a nuestros discípulos, de la disciplina o clase, sino también los educamos en la formación en valores: la puntualidad, el respeto hacia sus compañeros, así como a las personas de mayor y porque no de menor edad, la honestidad, la realización de buenas acciones: un sencillo ejemplo, pero impactante, porque dejan huellas tangibles a corto plazo: Un techo para mi país, en la cual hemos apreciado la participación desinteresada de miles de jóvenes universitarios.

Criticar a aquellos que como remanentes buscan la solución de las “buenas notas” con la copia, pensando que engañan a sus profesores y que, de no ser detectados ese día, se auto catalogan como personas “brillantes” o “genios” a corto plazo, porque burlaron la mirada del docente. Por supuesto un gran autodaño que a la corta o a la larga puede convertirlo en un ciudadano con una alta carga de anti-valores y como premio: ser marginado por la propia sociedad.

¿Cuántos maestros, maestras, docentes, catedráticos somos en nuestro país?, ¿40,000, 50,000? Cualquiera fuese la cantidad, constituye un excelente y envidiable ejercito capaces de educar con la palabra y con nuestras propias y buenas acciones. ¿Una de las acepciones de la palabra acción?: “Obra que se hace en beneficio del prójimo”.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

Últimas noticias